Editorial
¡Un apagón que afecta a toda la Península ibérica! Ese fue el comentario que todos hicimos, con estupor, la mañana del lunes 28 de abril, cuando un sorprendente y extraordinario apagón dejó sin luz a millones de personas, generando serios problemas.
No ha sido la primera vez que sucede algo así. En Italia, en septiembre de 2003, se vivió también un apagón que afectó a todo el país a millones de personas, y en el Estado norteamericano de Texas, en febrero de 2021.
Afortunadamente, la respuesta tanto de los equipos profesionales que operan el sistema eléctrico como de las Administraciones, y sobre todo de la propia ciudadanía, ha sido excelente, y el suministro eléctrico se recuperó casi en su totalidad en menos de 24 horas, y salvo los casos lógicos de afectados directamente por el corte, no se han producido ni actos de vandalismo ni violencia.
En el momento de escribirse este editorial, pasadas ya 48 horas del incidente, se conoce en términos generales la causa que lo provocó. Las causas más específicas tardarán aún en conocerse en profundidad. Ha sido un fallo técnico relacionado con el obligado ajuste que ha de darse continuamente entre la oferta y la demanda, dado que la energía no se puede almacenar, salvo en muy pequeña escala.
Por esta razón, las diferentes centrales que generan o producen energía, han de ir produciéndola y suministrándola a la Red eléctrica nacional según pida o tire la demanda. Y a ello se suma el hecho de que no todas las fuentes de generación (solar, eólica, hidroeléctrica, térmica de ciclo combinado, nuclear, etc..), pueden conectarse automáticamente y suministrar la energía que se quiera cuando se quiera, sino que requieren sus tiempos y momentos. Por otra parte, el sistema no es simple. Hay unas empresas que generan la energía en sus centrales; está otra empresa que tiene Red nacional que recibe esa generación y hace el transporte en todo el territorio; empresas distribuidoras que la toman de la Red y la distribuyen en las diferentes zonas donde operan; y las empresas distribuidoras que llevan la electricidad al consumidor final, más las comercializadoras; a ello se suma también el creciente número de instalaciones privadas que además de su autoconsumo aportan sus excedentes a la Red; finalmente, hay que considerar que la Red nacional está interconectada con la red europea y también con la de Marruecos, fluyendo e intercambiándose energía, en función del precio de su generación en los momentos que las necesidades de demanda lo requieran. El sistema, pues, es muy complejo y requiere una buena red y una buena gestión operativa de ella. Por suerte, el sistema eléctrico español está valorado, internacionalmente, como un sistema muy bueno y eficaz.
Ahora bien, a pesar de tener un sistema muy bueno y eficaz, el sistema ha fallado este lunes por la mañana, y no por una fuerte tormenta invernal como provocó el fallo en Texas, ni por árboles caídos sobre la red de interconexión con Suiza como fue le caso de Italia, sino por algún tipo de fallo técnico al ajustar la oferta a la demanda en una mañana templada y soleada. Al haber en un momento más oferta que demanda, se produjo una fuerte sobretensión en la red de transporte, que no se compensó, desacoplándose automáticamente de la red para desprotegerse instalaciones solares fotovoltaicas que aportaban 15 Gigavatios, produciéndose una caída en el conjunto de toda la red.
A partir de conocerse la explicación de lo ocurrido, el conjunto de la sociedad española, y no digamos la internacional, ha valorado positivamente la respuesta de la ciudadanía y de los operadores del sistema durante el apagón, salvo algunas críticas sobre la información que se ha ido dando públicamente por parte de los responsables del sistema.
Pero previsiblemente, en los próximos días y semanas, como ha sucedido con la DANA veremos en los medios descalificaciones y agrios enfrentamientos entre los dirigentes políticos sobre si se ha gestionado bien o mal, o si se podrían haber tomado medidas para evitar que esto pasara o no. Y aprovechando el contexto, seguir enfrentándose, pero con argumentos más bien ideológicos, sobre si más renovables o más nuclear
Desde La Discrepancia pensamos que efectivamente hay una pregunta que queda abierta, y va más allá de la causa específica de este apagón: ¿está el conjunto de nuestro sistema eléctrico adaptado al tipo de economía y modelo de relaciones sociales, digitales, que estamos desarrollando? El debate no debe ser:más renovables o menos renovables o más nuclear o menos nuclear. El debate debe ser un debate crítico, apoyado en la opinión de expertos técnicos, sobre cuál debe ser el modelo óptimo para España, dada la profunda transformación que estamos viviendo en nuestro país.
Debería hacerse en España una reflexión crítica y sosegada que tenga en consideración varios campos: Primero, las necesidades actuales y futuras de la transformación digital; es necesario un gran aumento en la capacidad de los centros de datos, sobre todo para el desarrollo de la IA, pero estos consumen gran cantidad de energía. Segundo, partiendo de la actual estructura del mix energético y el peso de las renovables y la nuclear, habría que replantearse cual debe ser el óptimo, en función de nuestras disponibilidades y nuestras necesidades. Y tercero, analizar también el modelo deseable desde una visión de seguridad nacional, lo que implica el enfoque tanto de ciberseguridad como de seguridad en el abastecimiento e independencia energética.
En definitiva, desde La Discrepancia vamos a ir invitando a expresar sus opiniones y sus análisis a expertos que conozcan estos temas y puedan aportar con rigor y objetividad una visión que ayude a que la ciudadanía pueda ir siguiendo un Debate sobre este tema.
Nos gustaría que este APAGÓN sirva al menos para aportarnos una LUZ que nos permita seguir avanzando como país, aportando ideas con un enfoque constructivo.
El apagón
La transformación digital en España y la demanda de electricidad.
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Tras el apagón histórico: ¿Quién tiene la culpa? Vista desde Moscú
Del apagón de la luz al encender de las conciencias.
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