Como un boxeador sonado que aguanta los golpes pensando que todavía puede ganar mientras el público mira su inminente destrucción, el PSOE, ese partido en el que muchos creímos, ya ha fallecido infectado por una mediocridad intelectual y moral que apesta como apestaban los antiguos campos de batalla con los vencidos abandonados a los buitres. Nadie, excepto los mejores carroñeros, pueden ya vivir entre esas miasmas infecciosas que lo contaminan todo.
Son demasiados los casos conocidos en los que personajes de la peor ralea y jaez ejercieron funciones y cargos cuya razón y explicación se hacen imposibles. Tras Zapatero y Rubalcaba se rompieron las barreras y el aparato parece haberse llenado de personajes inexplicables cuyo paso por los titulares han destruido cualquier atisbo de credibilidad a esas históricas siglas. En las próximas elecciones el PSOE parece que va a seguir el mismo camino que recorrieron otros partidos socialistas en Europa y convertirse en el pálido reflejo de lo que fueron un día.
No quiero hablar en nombre de nadie ni atribuirme la representación d enada, pero creo -sólo creo y percibo en mi entorno -un enorme cansancio, una frustración inmensa, un desánimo pernicioso que no sé muy bien dónde acabará ni si terminará con el abandono electoral a las siglas, pero mucho me temo que todo anuncia el próximo descalabro electoral no sólo del socialismo, sino de toda la izquierda convertida en un jarrón roto cuyos trozos se van a desperdigar bajo la crueldad de la Ley de O´nt: la absoluta intrascendencia parlamentaria.
No estoy en contacto con nadie que, desde dentro del partido, pueda darme claves que puedan augurar un futuro distinto al que ahora describo, así que me refugio en mi escaso sentido común y en mi decepción personal: inmensa, profunda y clamorosa. No son los míos ni me representan en grado alguno tal y como sucede con su imagen especular en la política, el PP, que también tiene lo suyo y del que ahora no toca comentar nada.
La ejecutiva de Pedro Sánchez está abrasada, desprestigiada y caduca; ha conseguido dejar al partido roto, destrozado e inerme ante las conductas perniciosas de unos elementos cuya trayectoria nadie puede ni explicar ni justificar. ¿Quién les dio el poder? ¿Quién bendijo sus acciones? ¿Con qué fin fueron contratados, seleccionados o fichados? ¿No había nadie mejor preparado, más honrado, ético y eficaz que esos proto delincuentes ayunos de preparación, formación y experiencia? Sin comentarios.
El PSOE va camino de la morgue política y allí no estará solo, pues el PP también irá descubriendo sus miserias en los tribunales, pero ahora toca lamentarse por la defunción moral de un histórico de la política española que arrastra su nombre por las cloacas que nunca debió colonizar. Sic tibi terra levis, PSOE.
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