Frente a las ideas de Mennouni, la tesis sostenida por el profesor Germain Ayache invita a reconocer que las reformas y la modernización de los tiempos de Mulay Hassan I fueron un fracaso, no sin antes dedicar a los motivos que lo causaron un meritorio examen. En su opinión, «solo de este modo podríamos hacer que las Reformas de hoy no fracasen por las mismas razones que condujeron al fracaso a las de ayer». Ayache refuta la idea de que habría existido una verdadera modernización, considerando que todos los intentos de reformar el país, estaban previamente destinados al fracaso. La mejor prueba de ello es el hecho de que ninguno de estos intentos reformistas pudiera detener la marcha del colonialismo. Ayache achaca los motivos de dicho fracaso a las presiones europeas ejercidas sobre Marruecos y al panorama intelectual del país. Según el mencionado autor, era lógico que las iniciativas de reformar el ejército y la marina de Sidi Mohammed IV y Muley Hassan I no fructificaran. Las potencias proveedoras del material armamentístico sólo suministraban a Marruecos armamento viejo y menos sofisticado. Dicho de otro modo, material que no le serviría para mantener su soberanía sobre sus territorios.
A ello, se sumaban un sinfín de trabas para evitar que Marruecos obrase por vías alternativas y preservase su independencia. De esta manera, por ejemplo, Gran Bretaña obstaculizaba al sultán el derecho de legislación en materia financiera y tributaria en su propio territorio. A esto había que sumar que el pago de la indemnización a la que Marruecos debía hacer frente tras la paz de Wad-Ras de 1860 a favor de España resultó ser un lastre para el sultán. Por otra parte, la Conferencia de Madrid de 1880 hizo que un importante número de marroquíes adoptara el estatus de protegidos al servicio de las potencias extranjeras. Las potencias privaron el Sultán de dar órdenes directas a su propio ejército sin su previa consulta. Por todo ello, Ayache se pregunta: ¿A esto se le puede llamar reformas? ¿Estas potencias europeas, habrían tolerado, de veras, cualquier iniciativa marroquí capaz de reforzar el Estado y protegerle de sus apetencias? La respuesta es no.
En cuanto al panorama intelectual y su relación con el fracaso de las reformas, Ayache considera a las mentalidades y al factor intelectual elementos imprescindibles para el triunfo de cualquier intento de modernización. Al avance y al progreso europeo le acompañaba un desarrollo científico e intelectual. Según Ayache era complicado que ocurriese un proceso similar en Marruecos porque se trataba, según Ayache, de un pueblo cuyo único contacto con los avances científicos y tecnológicos era el fusil. Un pueblo que abandonó las ideas ilustradas y el pensamiento lúcido en tiempos de Yahkub El-Mansur Al-Mohade y Averroes y que no había vuelto aún a recuperarlos. ¿Cómo iba a surgir un ideal reformista entre una población con una mentalidad que sólo conocía la eterna decadencia? Decadencia de la que Ibn Jaldun lamentó ya en el siglo XIV la hegemonía que ejercía sobre unas fatalistas mentalidades; un pueblo predispuesto mental e intelectualmente a consumirse en dicha decadencia, a sumergirse en ella y a considerarla parte de su destino, tal y como lo describía el sultán Muley Abderrahman Ben Hicham:
«Se ha corrompido el tiempo y los que lo viven […] y cuando abundan estos desagradables hechos y estas horrorosas innovaciones, no es de extrañar que cese de llover, que se alcen los precios y que el enemigo infiel ocupe (y se adueñe) de varios países».
Ayache atribuye la conducta de indiferencia frente al cambio a la supraestructura oficial de la época, los ulemas, quienes desempeñaron puestos destacados de asesoramiento y orientación, y que se empeñaron en dar un sentido acorde con sus propios intereses a las reformas que debían realizarse y a sus modos correspondientes. Para los ulemas, las reformas debían tener presente las moralejas del pasado. Por ello, aconsejaban el restablecimiento de las doctrinas de antaño según la tradición y que velaban por una sociedad sana, próspera y fuerte. Ayache muestra, por tanto, una tesis tradicionalista que se opone y rechaza cualquier solución material y novedosa ajena a la tradición. Ayache afirmaba que lo que daba más credibilidad a la tesis de los ulemas era el hecho de que todo lo novedoso que venía del extranjero se contradecía con la tradición. Los europeos introdujeron el té, el tabaco, el alcohol, los artículos industrializados que arruinaron al artesano musulmán; la moneda francesa y española, que encarecieron la vida; se apoderaron ilícitamente de los bienes y ofrecieron su cobertura legal a los protegidos considerados como traidores de la patria.
En lo que concierne al uso de algún material tecnológico, como el telégrafo a título de ejemplo, Ayache señala, que el objetivo principal por el que se introdujo dicho material fue la necesidad de estrechar el cerco sobre los marroquíes. Ayache concluye su tesis especificando otras razones por las que no habría existido una verdadera reforma:
- Las iniciativas de reforma se llevaron a cabo por parte del Estado o del sultán a título individual, sin asociar a ninguna clase social en las gestiones y las decisiones tomadas al respecto. La historia ha demostrado que las reformas que mayor éxito han tenido fueron establecidas, a modo de compromiso compartido, entre el Estado y alguna clase social con emergentes poderes económicos.
- Marruecos no tenía esa posibilidad, y la clase que podría haber desempeñado un papel clave en las tan anheladas reformas, los comerciantes, no consiguió formar una burguesía bien consolidada.
En cada una de las perspectivas que hemos presentado brevemente se desprende un exagerado interés por determinadas metodologías y técnicas de análisis historiográfico. En el estudio del Mennouni salta a la vista el excesivo interés por demostrar que el Despertar Marroquí se refleja bien claro en la documentación oficial de la época, pero se echa de menos la versión que contiene la documentación extraoficial; versión de la que, hasta hoy día, poco se conoce. En cuanto a Ayache, su tendencia al materialismo histórico, a la teoría del imperialismo y, a las fuerzas sociales como promotoras de la dinámica que sostiene los hechos, le ha llevado al extremo de cuestionar cualquier iniciativa reformista. Ayache concluye con una síntesis escéptica sobre el pasado, achacando la inexistencia de unas verdaderas reformas y una auténtica modernización, al individualismo del Estado, al eterno atraso de las mentalidades y a la abstención de los ulemas ante cualquier innovación.
Pese a las discrepancias en torno al tema de las reformas, ambas perspectivas historiográficas coinciden en que estaban corriendo aires de cambio en el Marruecos de finales del siglo XIX.