De la excelencia al impacto
Alfonso González Hermoso de Mendoza
Desde su origen renacentista, y de manera especial desde la revolucionaria Declaración de Córdoba en 1918, las universidades iberoamercanas han impulsado un discurso, acorde a cada momento, en la defensa de la libertad académica, el compromiso con su territorio y sus habitantes y, en último término, la democracia política. Esta función de la institución universitaria se ha mantenido incluso en contextos políticos y económicos realmente adversos. A diferencia de los rankings globales que priorizan métricas homogéneas, las universidades iberoamericanas han priorizado indicadores que reflejan su impacto real en las comunidades de las que surgen. Mientras, el acceso a la educación superior ha crecido en la región de manera espectatular, con una proyección de 40 millones de nuevos estudiantes para 2040. Este crecimiento se ha acompañado de importantes esfuerzos por mejorar la calidad educativa y garantizar la equidad y la inclusión. No obstante, persisten desafíos estructurales como la limitada inversión pública y la escasa movilidad académica. Para superar estas barreras, se propone la creación de un espacio de cooperación entre las universidades iberoamericanas y las de la Unión Europea. Este espacio buscaría establecer relaciones equitativas, evitando prácticas neocoloniales y fomentando una estrategia birregional en defensa de un mundo sostenible y respetuoso de los derechos humanos.
La crisis de la excelencia
Aunque para algunos resulte sorprendente las universidades iberoamericanas son un referente de futuro frente a crisis generalizada que está experimentando la institución universitaria. La Universidad iberoamericana ha ido consolidando un modelo propio que, frente a la hegemonía de las universidades anglosajonas —marcadas por la mercantilización y la búsqueda de la excelencia reflejada en las publicaciones científicas—, prioriza el compromiso con la sostenibilidad y el desarrollo integral de sus comunidades.
Las contradicciones que acumula el sistema universitario dominante están llevando a la búsqueda de nuevos paradigmas que redefinan el propósito de las universidades. Mirar hacia adelante es también mirar a los lados y ser capaces de aprender de la experiencia de universidades que ofrecen propuestas complementarias, cuando no alternativas, a las valoradas por los ránquines dirigidos a las élites globales.
No es casualidad que el monográfico de septiembre de Nature, «El futuro de las universidades» haya elegido como ejemplo una modesta universidad en Hereford, ciudad vecina de las todopoderosas Oxbridge. Y lo haya hecho bajo el convencimiento de que “las instituciones innovadoras de educación superior están redefiniendo su pedagogía priorizando las necesidades locales sobre la investigación y la captación de estudiantes internacionales”. «¿Podría un modelo más innovador ser lo que el sector necesita?», se pregunta la revista.
“las universidades hoy deben diseñarse con sus comunidades, no solo dentro de ellas. El arraigo importa… es necesario ampliar la definición de innovación: no se trata solo de tecnología. La innovación puede ser cultural, cívica y curricular”
Tampoco es casual que «University World News» haya señalado que Bentonville, en Arkansas, es la universidad que está cambiando la educación superior en EE. UU. Y así es, porque “las universidades hoy deben diseñarse con sus comunidades, no solo dentro de ellas. El arraigo importa… es necesario ampliar la definición de innovación: no se trata solo de tecnología. La innovación puede ser cultural, cívica y curricular”. En un momento en que muchos se preguntan si la educación superior vale la pena, Bentonville plantea: ¿para qué sirve la educación superior? ¿cómo puede servir, no solo a la economía, sino también a la comunidad?
Sin querer agotar el argumentario, merece destacarse, por su impacto potencial y por lo que tiene de alternativo a las estrategias tradicionales de los países occidentales, el “Plan para la Construcción de una Nación Educativa Fuerte” (2025‑2035) del gobierno chino. En él se prevé una expansión global de las universidades chinas en colaboración con los entornos locales en donde se instalen. Recientemente, 22 universidades chinas ya han establecido campus extranjeros, principalmente en Asia.
La transformación está en marcha. Frente a este cambio de paradigma, poner en valor la experiencia de las universidades iberoamericanas parece una consecuencia lógica.
“Los dolores que quedan son las libertades que faltan… La revolución universitaria que venimos realizando en América no es sino una consecuencia forzosa del gran movimiento libertador de los pueblos”, señala el Manifiesto Liminar
Una propuesta de valor propia
En el ámbito económico, las universidades iberoamericanas se han caracterizado por aportar una sensibilidad que fomenta el uso eficiente de los recursos naturales, la innovación tecnológica accesible y la formación de profesionales con visión crítica. Son muchas las que han implementado programas de emprendimiento social, incubadoras de empresas verdes y alianzas con el sector público y privado para impulsar economías locales sostenibles.
El informe «Reimagining Engagement: A New Framework for University Engagement»de UIIN (University Industry Innovation Network), de julio de 2025, en el que se aborda la transformación de la universidad moderna en un contexto donde se espera mucho más que la producción de investigación y graduados, llega a la conclusión de que, «ante las crecientes demandas sociales, económicas y regionales, las universidades deben repensar y redefinir su función de compromiso o «engagement» con el entorno externo». Propuesta que resulta evocadora de la vivencia en muchas universidades iberoamericanas.
Socialmente, su impacto es más que notable. Abundan las universidades que han abierto espacios de diálogo y participación ciudadana, al igual que promueven la inclusión de grupos históricamente marginados. En cuanto a la sostenibilidad medioambiental, su cercanía con los ecosistemas locales les permite desarrollar soluciones adaptadas a los desafíos ambientales de la región, generando conocimiento realmente relevante.
La misma UIIN, en el documento titulado «More than Commercialisation: Understanding University Engagement», de 2022, en el reconocimiento de la necesaria transformación de las universidades, nos recuerda que «el compromiso universitario debe entenderse no solo en términos de producción económica, sino también a través de su contribución social y capacidad de co-creación», y que «valorar las actividades de compromiso requiere cambiar cómo definimos la excelencia académica».
Las universidades iberoamericanas ofrecen una propuesta alternativa y valiosa, capaz de integrar la sostenibilidad en su misión, visión y prácticas cotidianas, y de aportar soluciones innovadoras y arraigadas en la realidad de sus sociedades. Cuando pensemos en un futuro más justo y sostenible, no solo en la región, sino también a nivel global, no podemos olvidarnos de las aportaciones de las universidades iberoamericanas.
Cuando pensemos en un futuro más justo y sostenible, no solo en la región, sino también a nivel global, no podemos olvidarnos de las aportaciones de las universidades iberoamericanas.
El compromiso político
Desde la Declaración de Córdoba de 1918, las universidades iberoamericanas asumieron como eje central la defensa de la libertad académica, la autonomía universitaria y la vinculación de la universidad con el bienestar de sus comunidades y la democracia política: una universidad comprometida con la realidad social. “Los dolores que quedan son las libertades que faltan… La revolución universitaria que venimos realizando en América no es sino una consecuencia forzosa del gran movimiento libertador de los pueblos”, señala el Manifiesto Liminar.
Las universidades iberoamericanas han mantenido un compromiso firme con la democracia política y la defensa de la dignidad de la persona, incluso en contextos de represión y persecución de la libertad. La idea de que sin libertad no hay Universidad, incluso frente a regímenes autoritarios que intentaron silenciar la crítica y controlar la vida universitaria mediante la represión policial y administrativa, hace de las universidades iberoamericanas, más en un momento tan amenazante como el actual, un referente global insustituible.
Las universidades iberoamericanas han mantenido un compromiso firme con la democracia política y la defensa de la dignidad de la persona, incluso en contextos de represión y persecución de la libertad
La responsabilidad social
Por otra parte, las universidades iberoamericanas están liderando una transformación profunda en la forma de evaluar, y con ello de definir, qué es una Universidad. Un enorme esfuerzo por medir su impacto social y ambiental, alejándose de las métricas tradicionales que priorizan la competitividad y el marketing global.
Un ejemplo destacado de esta innovación es el modelo desarrollado por la Unión de Responsabilidad Social Universitaria Latinoamericana (URSULA), bajo la dirección de François Vallaeys. Como señala este profesor de la Universidad del Pacífico, “Ninguna universidad Latinoamericana tiene un presupuesto que se acerca al de Harvard, pero igual se hacen cosas geniales aquí que en Harvard dudo que tengan”.
Al centrarse en la responsabilidad social universitaria y en la contribución al desarrollo sostenible, este enfoque permite a las universidades reafirmar su compromiso con la transformación social y la equidad, posicionándolas como referentes globales en la construcción de un futuro más justo y sostenible.
Este enfoque lleva consigo un modelo para las universidades alternativo al que se construye desde los rankings globales tradicionales, que tienden a evaluar a las universidades en función de criterios homogéneos, centrados en la producción científica y la competitividad internacional. Métricas que ignoran el impacto real de las universidades en sus territorios y comunidades, y que fomentan una lógica de mercado que no necesariamente se alinea con las necesidades y prioridades locales.
También merece ser citado el caso de MetaRed ESG, un modelo de cooperación regional que, mediante la colaboración, el intercambio de buenas prácticas y la adopción de indicadores ESG, contribuye a transformar las instituciones de educación superior en agentes clave para la sostenibilidad y la responsabilidad social.
El “Modelo de Indicadores ESG para Universidades” de MetaRed ESG de Universia ofrece un sistema integral de indicadores ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) para universidades iberoamericanas, con el objetivo de facilitar la autoevaluación institucional, la mejora continua y la rendición de cuentas sobre la responsabilidad social universitaria (RSU). Este modelo busca superar la fragmentación y el sesgo local de iniciativas previas, ofreciendo una metodología científica, participativa y ampliamente validada para medir y gestionar el desempeño de las universidades en sostenibilidad.
un modelo para las universidades alternativo al que se construye desde los rankings globales tradicionales, que tienden a evaluar a las universidades en función de criterios homogéneos, centrados en la producción científica y la competitividad internacional
La diversidad cultural e innovación social
Otro valor de referencia global que podemos encontrar en las universidades iberoamericanas es su implicación en la promoción de la justicia epistémica y en la apertura de sus espacios académicos a nuevos saberes, especialmente aquellos históricamente marginados por la hegemonía del conocimiento occidental. Este proceso implica una transformación profunda de los currículos universitarios, que tradicionalmente han reproducido “jerarquías de conocimiento” y “hegemonías epistémicas” que invisibilizan o desvalorizan las tradiciones intelectuales no occidentales.
Ejemplo de ello son las universidades interculturales, como la Universidad Intercultural de Chiapas (México) o la Universidad Amawtay Wasi (Ecuador), que integran conocimientos indígenas y afrodescendientes en sus planes de estudio y metodologías educativas, reconociendo el valor de las prácticas ancestrales y comunitarias en igualdad de condiciones con el conocimiento científico convencional. Estas instituciones no solo buscan la inclusión simbólica, sino la transformación estructural de la producción y validación del conocimiento, incorporando a líderes comunitarios y sabios tradicionales como co-investigadores y no solo como informantes.
Más de 230 instituciones académicas han firmado manifiestos conjuntos que exigen acción climática y defienden la equidad ambiental, evidenciando su compromiso con una educación transformadora y con la construcción de puentes entre diferentes formas de saber y de habitar el mundo. Así, las universidades iberoamericanas se posicionan como espacios de innovación educativa y social, abriendo sus aulas y sus investigaciones a la diversidad epistémica y a los desafíos globales del siglo XXI.
“Ninguna universidad Latinoamericana tiene un presupuesto que se acerca al de Harvard, pero igual se hacen cosas geniales aquí que en Harvard dudo que tengan”François Vallaeys
El compromiso con el derecho a la educación y la calidad
En las últimas décadas, las universidades iberoamericanas han protagonizado uno de los mayores avances globales en el acceso a la educación superior. Entre 2012 y 2021, la matrícula universitaria en la región creció un 30%, superando los 33 millones de estudiantes, según datos de la Red Iberoamericana de Indicadores de Educación Superior (INDICES) coordinada por la OEI. El ritmo de graduación también se aceleró: en 2021, cerca de 5 millones de personas obtuvieron un título universitario, un 37,1% más que en 2012.
Como señala el secretario general de la SEGIB, Andrés Allamand, “Las cifras que nos ofrece el Informe Educación Superior en Iberoamérica 2024, coordinado por José Joaquín Brunner, son muy elocuentes. Es una excelente noticia, por lo que representa de avance social, que más de las dos terceras partes de los estudiantes formen parte de la primera generación de sus familias que accede a la universidad”.
La democratización en el acceso a la Universidad significa un impacto transformador, no solo en la movilidad social individual, sino también en la sostenibilidad social y económica de la región. El Banco Mundial estima que cerca del 45% del crecimiento de la matrícula universitaria desde el año 2000 corresponde a estudiantes provenientes de familias de bajos ingresos. Abrir la universidad a estos grupos significa fortalecer el capital humano, reducir la desigualdad y fomentar la resiliencia frente al desempleo.
En las últimas décadas, las universidades iberoamericanas han protagonizado uno de los mayores avances globales en el acceso a la educación superior
Para posibilitar y responder a este fenomenal incremento en la educación superior, las universidades han implementado cambios profundos. Se han adoptado nuevas metodologías de aprendizaje y prácticas de organización académica, de igual manera que se han incorporado modalidades híbridas y a distancia que facilitan el acceso a la universidad a nuevos públicos: trabajadores, padres y madres, personas con discapacidad, indígenas y otros grupos tradicionalmente excluidos.
Este extraordinario logro en el crecimiento se ha visto acompañado por otro, no menor, en el aseguramiento de la calidad. Las universidades iberoamericanas han respondido con un enorme esfuerzo para adaptar sus estándares de calidad y generar confianza en la sociedad. Se han creado redes como la Red Iberoamericana para el Aseguramiento de la Calidad en la Educación Superior (RIACES) y se han implementado buenas prácticas (PBP) y sellos de calidad específicos, como el Sello Kalos Virtual Iberoamérica, que evalúa programas en modalidad virtual.
Desafíos del sistema iberoamericano
Este crecimiento y ambición del sistema universitario iberoamericano se enfrenta a importantes dificultades estructurales que limitan su desarrollo y capacidad de integración. En primer lugar, destaca la escasa vertebración del sistema: la educación superior está altamente fragmentada tanto a nivel regional como nacional, con una gran heterogeneidad institucional y de calidad, lo que dificulta la creación de un espacio común de educación superior.
Así, los Estándares y Directrices para la Garantía de Calidad en el Espacio Europeo de Educación Superior (ESG) presentan una estructura más detallada y definida. En contraste, los Principios de Buenas Prácticas (PBP) de SIACES en Iberoamérica son más generales y flexibles, orientados a principios básicos sin desarrollar guías específicas para las instituciones. De igual manera, los ESG son de aplicación obligatoria para las instituciones del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), mientras que los PBP tienen un carácter más voluntario y orientador, permitiendo que cada país o agencia los adapte según su contexto.
Por otra parte, la limitada inversión pública es otro obstáculo clave. En muchos países iberoamericanos, el gasto en educación superior es insuficiente, lo que afecta la calidad, la investigación y la competitividad de las universidades frente a sistemas internacionales más robustos. Esta falta de recursos se traduce en infraestructuras deficitarias, profesorado sobrecargado y dificultades para captar talento. Más de la mitad de los estudiantes universitarios en Iberoamérica asisten ahora a instituciones privadas, lo que refleja una expansión y diversificación del sistema.
destaca la escasa vertebración del sistema: la educación superior está altamente fragmentada tanto a nivel regional como nacional, con una gran heterogeneidad institucional y de calidad, lo que dificulta la creación de un espacio común de educación superior
Por extraño que parezca, solo seis países han firmado el Convenio de reconocimiento de estudios y titulaciones de educación superior en el ámbito de América Latina y el Caribe, acordado en julio de 2019 en Buenos Aires. Así, la movilidad de estudiantes iberoamericanos representa apenas el 6.2% del mundo, muy lejos de los estudiantes asiáticos, con 43%; los europeos con 24% y los africanos con 10%. Solamente el 3.5% de los estudiantes internacionales escogen Iberoamérica como destino.
Además, a pesar de estos avances, la democratización del acceso universitario no está completa. Se prevé que en las próximas décadas el número de estudiantes universitarios siga creciendo, con una proyección de 40 millones de nuevos estudiantes para 2040, impulsado por la expansión de la clase media y la mayor valoración social de los estudios superiores.
Estas dificultades estructurales exigen políticas coordinadas y una mayor cooperación regional para fortalecer el sistema universitario iberoamericano.
La creación de un espacio común de educación superior iberoamericano representa una oportunidad estratégica de enorme relevancia para España, Europa e Iberoamérica que trasciende las lógicas de mercado para convertirse en un motor de desarrollo, cohesión social y proyección global
Un espacio iberoamericano de educación superior
La creación de un espacio común de educación superior iberoamericano representa una oportunidad estratégica de enorme relevancia para España, Europa e Iberoamérica que trasciende las lógicas de mercado para convertirse en un motor de desarrollo, cohesión social y proyección global, basado en lazos históricos, culturales y valores compartidos como la democracia, los derechos humanos y el respeto por la diversidad.
La importancia de este espacio radica en su capacidad para institucionalizar y consolidar una relación académica ya existente entre universidades de ambas regiones, facilitando la movilidad de estudiantes, docentes e investigadores, el reconocimiento de títulos y créditos, y la investigación conjunta en áreas de interés mutuo. Como señala el secretario general de la OEI, Mariano Jabonero, “La alianza entre Europa y América Latina es verdaderamente una alianza estratégica”.
Además, el espacio común potencia el aprendizaje mutuo: las universidades iberoamericanas aportan su capacidad de adaptación, innovación pedagógica y compromiso social, mientras que las europeas ofrecen sistemas de calidad, reconocimiento y experiencia en movilidad académica, como el programa Erasmus+.
Finalmente, destacar que la creación de este espacio es una decisión política estratégica, que requiere compromiso y voluntad de los líderes de ambas regiones. El espacio común de educación superior iberoamericano es, por tanto, una apuesta por un futuro compartido, próspero y equitativo, arraigado en la confianza y el respeto mutuo.
En este marco conviene recordar que el pasado 19 de septiembre la Comisión de Asuntos Iberoamericanos del Senado de España aprobada por unanimidad una moción apoyando la creación del Espacio Común de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación entre la UE y América Latina y el Caribe. Este es el objetivo de la VI Cumbre Académica ALC-UE de Bogotá del 9 y 10 de octubre con la finalidad de conseguir la inclusión de la Educación Superior en la agenda de la IV Cumbre de jefes de estado de CELAC-UE de noviembre 2025.
La Moción está dirigida al Gobierno de España para que apoye “decididamente, en el marco de las instituciones de la Unión Europea, la inclusión de la educación superior en la agenda de la IV Cumbre UE-CELAC de noviembre de 2025 en Colombia” y “la creación efectiva del Espacio Común de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación”.


