Juan Carlos Rodríguez Ibarra
La España vaciada o la España vacía no reflejan exactamente la situación de una parte importante del territorio español. Si se vació o si está vacía, poco se podrá hacer. Pretender llenar lo que está vacío es un sueño imposible. La tendencia es a vivir en ciudades abandonando el espacio rural. El 90% de la población vive en el 30% del territorio, en concreto en Madrid y las zonas de litoral.
La España que se vacía sí expresa mejor lo que está pasando y puede dejar de pasar si se adoptan medidas tendentes a evitar el despoblamiento de buena parte de esa España que se está vaciando. El 53% de nuestro territorio está en grave riesgo de despoblación»
Por eso, la primera pregunta que tendremos que hacer a los responsables políticos del país y de las regiones será la siguiente: ¿Le interesa o no al gobierno y a las fuerzas parlamentarias que exista una España vacía? Si la respuesta es negativa, busquemos aquellas opciones mejores y más realistas para evitar el despoblamiento.
Ahora que tan preocupados estamos con la eventual ruptura de España porque una parte quiere independizarse, cada vez que un pueblo se queda vacío, es como si se hubiera independizado. No puede ser que nos preocupe la independencia de unos y no nos importe la independencia de otros.
El problema no está solo en que vayamos a perder muchos pueblos, sino que, al paso que vamos, va a ser imposible gestionar las macropoblaciones. No se puede hablar de reto demográfico hablando solo del medio rural. El reto consiste también en saber cómo se va a gestionar las macrociudades.
Se impone una nueva valoración del mundo rural. Y se impone un cambio en la forma de enfrentarse a los retos planteados por el entorno rural. Antes había una diferencia tajante entre lo que era el mundo rural y lo que era el mundo urbano. Esas diferencias se han ido atenuando y casi desapareciendo. Ha habido una interrelación: el pueblo ha influido sobre la ciudad, la ciudad ha influido sobre el pueblo, en costumbres, en la forma de comportarse. Ha habido una interinfluencia. Antes, ser de pueblo era una cosa negativa. Hoy, esto ha cambiado; los anuncios de televisión dicen: patatas fritas de pueblo. Hoy, cualquier publicista que quiera vender autenticidad termina su anuncio con la frase “son de pueblo”, ya se refiera a alubias o a espárragos.
Lo de pueblo es señal de calidad. Comidas, de pueblo. Lo de pueblo comienza a ser una cierta garantía. Incluso en las ciudades se quiere vivir como en los pueblos. ¿Qué es un adosado? Es una calle con viviendas en ambos lados, como las calles típicas de nuestros pueblos, con un zaguán, con unas habitaciones, una sala y el corral y encima, el doblao o el colmao que, en las ciudades se llama ático. Al final, se trata de querer vivir como en los pueblos. Hoy, un pueblo es como una ciudad, pero con menos notarios, menos coches y menos conferencias.
Adaptar el campo a la ambición de los jóvenes rurales de hoy significa identificar muchas actividades de valor agregado que se pueden llevar a cabo en el campo. Pero para eso hay que llevar internet, banda ancha, fibra óptica, 5G, cultura, viviendas, trenes de cercanías, vías de comunicación…. El riesgo es que los jóvenes vayan a las ciudades sin preparación adecuada y que pasen de ser pobres a ser aún más pobres o pasen de vivir cómodamente en casas de la clase media con una habitación individual para cada hijo y su correspondiente cuarto de baño a compartir con tres o cuatro más pisos cutres, habitación y cuarto de baño. Las ciudades están llenas de parados juveniles mientras que existen pueblos donde hace falta gente para explotaciones ganaderas, agricultores, pastores, veterinarios, horticultores…
Si un pueblo no quiere vaciarse, necesita reinventarse, buscar empleo en actividades diferentes a las tradicionales y adaptar su oferta a la posible demanda. Tendrán que hablar con otros emprendedores para ver qué necesitan en su proceso de fabricación y ver si ellos estarían dispuestos a producir lo demandado. Son muchas las profesiones, oficios o dedicaciones que pueden ejercerse desde un pueblo, tales como analistas de datos agrícolas, especialistas en e-commerce, y expertos en telecomunicaciones y soporte técnico, maestros, médicos rurales, abogados, arquitectos, consultores, gestores, traductores, escritores, pintores, galeristas, músicos, ilustradores, escultores, etc. Resulta ridícula la situación de aquellas empresas empeñadas en mantener a sus trabajadores en la oficina para trabajar telemáticamente desde las mismas, cuando podían hacer esos mismos trabajos desde pueblos y a precios más competitivos. Siempre que sea posible y la empresa ofrezca esa opción, se puede pensar en establecerse en un pueblo.
Para reinventarse, es exigible que ningún pueblo tenga los servicios sanitarios o escolares a una distancia superior a los 30 o 40 kilómetros.
Ninguna medida de las tomadas o de las que se puedan tomar resultará eficaz si no se garantiza una vivienda asequible, digna y ajustada al entorno.

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