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Trump, Israel y la Franja de Gaza: Utilizar el poder para perpetuar el conflicto y no para solucionarlo

Jerusalem

El panorama internacional ha sido sacudido en los últimos días tras varias declaraciones del presidente de los Estados Unidos Donald Trump en las que ha compartido sus intenciones para la Franja de Gaza. En ellas ha señalado que planea convertir la Franja en la Riviera del Medio Oriente, no aclarando eso sí que pasaría con sus habitantes. A veces ha señalado que estos tendrían que trasladarse a otros países, mientras que en otras ocasiones su equipo ha suavizado a su presidente diciendo que los gazatíes podrían volver a su territorio.

El gobierno de Israel, presidido por Benjamín Netanyahu, ha acogido con agrado las intenciones del presidente Trump, ya que desde mayo de 2024 el primer ministro israelí tenía un plan parecido sobre la mesa denominado “Gaza 2035” cuyo objetivo era (y es) convertir la Franja en una zona de libre comercio. Miembros del gobierno de Netanyahu como el ministro de Defensa Israel Katz ha ordenado preparar al ejército para evacuar Gaza y ha exigido a los países que se opusieron a la ofensiva israelí – como Noruega, Irlanda o España – acoger a los palestinos gazatíes.

Fuera de las administraciones de Trump y de Netanyahu esta propuesta, salvo en los que apoyan claramente las políticas de los actuales gobiernos de Israel y de Estados Unidos, ha generado rechazo. No obstante, y de ahí el propósito de este artículo, es importante analizar todo lo relacionado a la misma, independientemente de su viabilidad.

Sobre la viabilidad, no podemos olvidar que por mucho que Trump y Netanyahu propongan algo para los palestinos esto no tiene por qué aplicarse. Ni mucho menos digo que siempre vaya a tener que ser así y que cualquier cosa que digan no se va a aplicar, no obstante, debemos mirar a la historia y ser conscientes que los planes que revisten una mayor complejidad pueden finalmente quedarse como plan y, como dice el himno de la décima del Real Madrid, “y nada más”. Acordémonos del llamado “Acuerdo del Siglo” de Trump para Palestina e Israel que firmó con Benjamín Netanyahu y que no se ha aplicado en ninguno de sus términos.

Por ello, debemos tener presente, admitiendo, por supuesto, la posibilidad de que quizá esta vez no sea así, que las intenciones de estas declaraciones no sean únicamente el intento de llevar a la práctica su contenido, sino algo que todavía no conocemos. Sin ir por supuesto al terreno de la conspiración, este no es un artículo publicado en una revista de misterio, es importante ser consciente de que los planes de los gobiernos muchas veces no se comparten en su totalidad y que puede haber algo detrás que todavía no hemos alcanzado a comprender. Únicamente los próximos meses, y quizá años, nos revelarán la verdad.

Por el contrario, si un plan como este se llevara adelante, supondría la vulneración de no pocas normas de Derecho Internacional y de la capacidad de libertad y de decisión que tiene cualquier ciudadano, en este caso los palestinos, a opinar sobre el futuro de su propio territorio. No obstante, el que esto vulnere este tipo de normas no será lo que pare a los que promueven este plan.

En no pocos artículos, como en este, se cita el Derecho Internacional cuando nuevas medidas se proponen, ya sea para el conflicto entre israelíes y palestinos o para otros. Sin embargo, como se ha constatado en no pocas ocasiones en este conflicto, tanto por israelíes como por palestinos, y en otros como el provocado por la invasión de Ucrania de Putin, se ha demostrado que el Derecho Internacional no sirve. Esta es una afirmación muy dura, pero real.

Las normas del Derecho Internacional y Protocolos Adicionales realizadas tras las dos grandes guerras mundiales del siglo XX nos recuerdan a un tiempo, el de la posguerra, en el que se intentó dotar al mundo de una regulación que impidiera que las grandes catástrofes de la primera mitad del siglo XX se repitieran. Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo XX y ya en el siglo XXI se ha demostrado que si un país tiene la fuerza suficiente para llevar una medida acabo y no tener contestación, el Derecho Internacional vale muy poco o nada. Esto hace que debamos repensar cómo podemos, y si podemos, garantizar un ordenamiento internacional acorde a la justicia.

Por otra parte, alejándonos de la viabilidad del plan y poniendo la atención en el presente, las consecuencias de estas declaraciones pueden ser catastróficas. Si Israel se anima a preparar la evacuación de los gazatíes, como ha señalado su ministro de Defensa, el acuerdo de alto el fuego entre su gobierno y Hamás y la liberación de los rehenes puede correr mucho peligro. La guerra puede volver a Gaza y esta vez quizá también extenderse a Cisjordania, en la cual ya hemos tenido varios enfrentamientos.

También respecto al presente, pero al nuestro y no al de los israelíes y palestinos, cabe destacar como el clima de alta polarización que vivimos ha vuelto a poner a las personas, en función de si se consideran “proisraelíes” o “propalestinas” – etiquetas que detesto y que son tan simplistas y equivocadas como trágicamente reales –, a favor o en contra del plan de Trump. Por mi parte, y gracias a LA DISCREPANCIA que me da voz, yo afirmo lo siguiente: Estoy en contra de este plan de Trump y del plan “Gaza 2035” de Netanyahu, estoy en contra de Hamás y de su ataque terrorista del 7 de octubre de 2023, estoy en contra de cualquier ataque terrorista y de los ataques a cualquier población civil, estoy a favor de la existencia del Estado de Israel, estoy a favor de la creación de un Estado de Palestina y de la solución de la Conferencia de dos Estados y estoy a favor del proceso de regeneración de la Autoridad Nacional Palestina que le lleve a gobernar en Gaza y a convivir en Paz con Israel.

Finalmente, les lanzo una propuesta. Imaginen que aquellos que tienen el poder y la fuerza lo utilizaran para que aquellos que viven en conflicto dejaran esa situación respetando la identidad y los deseos de cada una de las partes, imaginen que Trump en vez de proponer con Netanyahu una solución que pueda ser (a priori) únicamente beneficiosa para Israel propusieran, con toda la fuerza y el poder que tienen, una solución que echase a los grupos terroristas de Gaza pero que hiciera que los que no lo son gobernasen en su territorio con la aceptación y el apoyo de los palestinos. Imaginen que ese proceso de mejora y reconstrucción de la Franja se promoviera en acuerdo con los palestinos y el resto de países árabes y no a través de la oposición. De momento, esa visión solo está en su imaginación. Yo les animo a que no se desanimen y a que, pese a las adversidades actuales, trabajen por hacerla realidad.

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