Donald Trump II se merece provocar todo tipo de reacciones menos una: la sorpresa, porque tenemos precedentes y conocemos a este personaje televisado desde los años ochenta del siglo XX; si acaso requiere en esta fase prestar atención al volumen del sonido. Hay mucho de comunicación en su arranque presidencial. Se trata de evitar el pánico, mala posición para interpretar señales y decidir actuaciones de respuesta.
Sus primeras decisiones amenazan el sistema, leemos, pero ¿qué sistema? Trump ha disparado en sus primeras semanas de mandato -es decir, retirada de fondos e incluso de su país- contra la Organización Mundial de la Salud y contra la cooperación al desarrollo y la agencia USAID; recordemos que ya en su primer mandato sacó a EEUU de la UNESCO y el propio Biden demócrata retiró hace escasos dos años los fondos a la agencia de la ONU para los refugiados palestinos UNWRA.
Trump amenaza al Tribunal Penal Internacional, organismo que ha sido antes y después de su mandato objeto de todo tipo de ataques por sus actuaciones contra el genocidio en Gaza y las órdenes de arresto emitidas contra Netanyahu y el ministro de Defensa israelí por crímenes de guerra.
Ha disparado Trump retórica y legalmente contra sus vecinos Canadá y México, contra los aliados en Múnich, contra el comercio más o menos libre; contra la legalidad internacional en Palestina-Israel. Y nada de lo anterior es novedoso, ya se vio en su primer mandato 2016/2020 o durante la presidencia de Biden. El sistema anda perjudicado, pero no es de ahora.
Nada puede quitar responsabilidad a las explosivas declaraciones de Donald Trump y a sus primeras decisiones como presidente de EEUU en este segundo mandato iniciado en enero de 2025, continuidad de lo declarado en la oposición y de un primer mandato finalizado sin reconocer el resultado de las urnas y amparando el asalto al Parlamento, la diferencia hoy es el grado, más elevado.
La historia nunca se repite. Entre las dos presidencias de Trump tratará ahora de no cometer los mismos errores que en la primera, y parte con estrategias escritas por think tank conservadores como el Project 2025 elaborado por la HeritageFoundation. Hay mucho que aprender del trabajo continuado de elaboración y difusión de estrategias políticas y argumentos por parte de organizaciones de inspiración y financiación conservadora, nacionalista y populista.
Otra novedad: el responsable político más poderoso del mundo aparece patrocinado por las mayores fortunas del planeta, 260 millones de dólares aportó Elon Musk-Tesla-Twitter a la campaña y hoy está en plantilla para reducir la Administración. ¿Depende Trump de sus patrocinadores? Si la respuesta es afirmativa habría que extenderla a otros responsables institucionales cercanos que han recibido financiación generosa de terceros.
«Ahora vosotros sois los medios», dijo Musk en noviembre tras las elecciones presidenciales, vosotros se refiere a los ciudadanos, y el intermediario que desaparece en sus deseos son los medios de comunicación. Ésta es una diferencia relevante entre 2017 y 2025, entonces los medios tradicionales e incluso las redes sociales se opusieron a los excesos de Trump, fiscalizaron sus mentiras, pidieron el voto para el contrincante, hoy reman a su favor o se ponen de perfil. Millonarios, medios y redes comparten hoy intereses con Trump.
Si acudimos a la retórica de la comunicación política estadounidense, no siempre exportable a las colonias -sí en la inspiración, no literalmente-, el presidente Joe Bidense despidió del cargo con un discurso a su nación en el que alertaba de que «está tomando forma en Estados Unidos una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia que realmente amenaza toda nuestra democracia, nuestros derechos básicos y nuestra libertad». Denunció también que existe un «complejo industrial tecnológico ultrarrico» que, según dijo, podría ganar un poder sin control sobre los estadounidenses.
Se quiso de este modo emparentar Biden en su despedida con el presidente Eisenhower, que en 1961 trasladó por televisión el concepto del «complejo militar-industrial» conformado por las Fuerzas Armadas y los fabricantes de armamento y advirtió de su creciente injerencia en el manejo de las políticas públicas del país. «Debemos cuidarnos de la adquisición de influencia injustificada, solicitada o no, del complejo militar industrial», fueron sus palabras, recordadas hasta muy recientemente sólo por pacifistas e izquierda extraparlamentaria.
Tiene interés la referencia de Ike-Biden por movimientos probables de Trump en este campo, como se verá más adelante.
Sin dejar nunca la comunicación, se detectan tres tendencias claras en las primeras semanas de. presidente Trump. La primera es la estrategia del megáfono loco, anuncios disparatados que concentran la atención mediática y política mundial, marcan la agenda y se focaliza en su persona, menos importante es que la reacción sea positiva o crítica. Además este tipo de anuncios se renuevan y saltan de tema a gran velocidad.
Aquí habría que aclarar que los bombazos informativos no tienen necesariamente una estrategia política definida detrás, no parece existir un plan detallado para convertir Gaza en un resort de Florida sin caimanes. De existir un plan se parecerá al precedente de los Acuerdos de Abraham de 2020, gestionados por su yerno, con el ambicioso objetivo de solucionar el conflicto israelo-palestino sin contar con los palestinos, que sin duda favoreció relaciones económicas y de seguridad de EEUU e Israel con petromonarquías y Marruecos y nada solucionó relacionado con Palestina.
Apuntemos solo que esta estrategia del megáfono también fue utilizada por la OTAN-EEUU en el inicio del conflicto de Ucrania, con menos estridencias que las formas trumpianas.
Una segunda tendencia observada es que un discurso extremo por parte del responsable político de mayor poder del planeta pues normaliza el extremo. Ya forma parte de la normalidad debatir sobre la utilidad o no de las vacunas, la apología del franquismo y se podría concluir que la limpieza étnica de dos millones de palestinos es complicada -probablemente acabaría ese movimiento con la monarquía jordana y la última dictadura egipcia-, pero quizá no sea tan impensable la expulsión de 200.000 palestinos de su tierra.
En tercer lugar, siguiendo con el foco de la comunicación, Trump es un empresario de la construcción, de los casinos, hoteles y clubes de campo, sus declaraciones de máximos suponen el inicio de una negociación que ya comienza desequilibrada y acabará si se produce claramente a su favor. Aquí está el carácter transaccional de la persona y sus mensajes, el marco es una futura negociación que se pretende condicionar desde el arranque.
Trump conoce y practica los fundamentos del márketing, especialmente la pe de promoción, aunque el producto y el precio no los domina tanto.
Añadamos que entre las diversas modalidades Trump se apunta a la negociación suma cero, lo que él gana alguien lo tiene que perder, enfoque distinto a la globalización de las últimas décadas y la extensión de relaciones comerciales entre diferentes o vecinos como México-EEUU-Canadá y aquel tratado de libre comercio NAFTA, vigente durante tres décadas hasta Trump II.
Todo lo anterior se puede sintetizar en que asistimos a una versión extrema, desde la misma Casa Blanca, de la más extrema de las versiones conocidas del nacional populismo, y la etiqueta no lo pone ningún nostálgico de Eisenhower.
La definición ideológica de la nueva Presidencia de EEUU es de Steve Bannon, comunicólogo en jefe del primer Trump, condenado en su día por quedarse millones de dólares de muchos incautos destinados a construir aquel muro con México, indultado después y hoy bastante rehabilitado.
«He estado trabajando en el nacionalismo populista durante 20 años», afirma Bannon en entrevista reciente (The New York Times / Agenda Pública), «durante los cuatro años (de Biden), hemos tenido intelectuales serios que por primera vez han pensado en alternativas políticas serias sobre estrategia militar, seguridad nacional, política exterior, economía, etc.», nos cuenta. «Se trataba de adoptar políticas, porque uno de los problemas que definitivamente teníamos es que existía una brecha entre la promesa nacionalista populista y la ejecución nacionalista populista».
Palabra de Bannon, y apunta intenciones sobre reducción del gasto público: «Comencemos con el presupuesto de Defensa. Acabamos de acordar una ley de Autorización de Defensa Nacional por valor de 900.000 millones de dólares. Lo cual, como ex oficial naval en servicio y hombre cuya hija fue a West Point, y ella dio ocho años de su vida, es algo que conozco bien. El presupuesto de defensa es una obscenidad y debe recortarse». Es muy probable, de creerle, que el Pentágono esté en el objetivo del millonario recortador Musk y de su hijo.
Acabemos. Trump II no es novedoso, su puesta en escena es exagerada y preocupante, y continuidad de un personaje público presente en los hogares norteamericanos durante cuatro décadas. Los medios de comunicación, porque así es el oficio, dan/damos coherencia a un discurso político a menudo deslavazado, ridículo o canutazos dispersos mientras firma decretos o pasa a veinte metros de periodistas. Es el consejero delegado de una empresa arropada ideológicamente por el nacionalismo populista. Nos altera con sus anuncios explosivos, y si en lugar del pánico la reacción es la indiferencia, también beneficiará a sus intereses.
Y dos apuntes finales. Uno que el presidente Trump tiene fobia a los gérmenes, nos confiesa Bannon, «dar la mano fue un gran problema» para él, lo que le debe convertir en un negociador implacable, teniendo en cuenta que un pacto comienza y termina con un apretón de manos.
Y una duda, sospechamos que el alcalde de tu pueblo tiene más poder que Trump sobre la vida diaria del ciudadano, con lo que habría que votar en elecciones municipales pensando en lo que ha hecho y propone, no pensando en Trump, como sucedió en gran parte de España en 2023. Sirva el ejemplo del alcalde para ilustrar también que tenemos más capacidad de influencia en lo cercano que en Washington.
Lo anterior se aplica siempre que no seas palestino, en su caso da igual quién gobierne en Estados Unidos y en la municipalidad.