Día Internacional de la Mujer
Mañana, una vez más, las mujeres celebrarán su día en un estado de incomprensible división, enfrentadas unas a otras por detalles que sólo se tienen en cuenta cuando la situación es placentera, acomodada y estable. No es el caso: la mujer tiene, todavía, mucho camino por delante en occidente y apenas ha empezado a caminar en los países islámicos y en muchas partes de Asia y África.
La división de las mujeres en España es propia de los que ya se han acomodado, de los que no tienen peligro de morir de hambre y se permiten lujos como elegir entre la carne o el pescado. Como decían nuestros padres, “no han pasado una guerra”, ya no tienen TODO en contra, simplemente se trata de mejorar. Un problema de nuevos ricos, como cuando discutimos sobre la quintaesencia de un matiz estético en la carpintería de los baños. Ya nos hemos olvidado de que las corralas tenían una taza turca al final de las balconadas.
La naturaleza es femenina, tiende a favorecer la reproducción, prioriza todo aquello que permite la supervivencia de los genes creando máquinas muy perfeccionadas que, desde cualquier nicho evolutivo, cumpla bien con su única función. El macho sólo es una especialización muy cara, un miembro de los grupos que consume recursos como si no hubiera un mañana y cuya única función es dejarse matar por los leones defendiendo el núcleo reproductivo; un imbécil convencido de la trascendencia de su suicida misión y tan tonto que no se da cuenta de que la naturaleza le toma el pelo y lo utiliza en favor de la hembra.
La sociedad, en cambio, se ha estructurado, de forma mayoritaria, en torno a una pretendida superioridad del macho que nadie ha sido capaz de demostrar salvo en terreno puramente muscular, lo cual, la verdad, no tiene mucho mérito y no requiere de gran esfuerzo intelectual. Hay débiles rastros de que eso no ha sido siempre así y hay vestigios que permiten suponer el dominio de lo femenino, de una teología femenina basada en el reconocimiento de los ciclos vitales de la naturaleza en sociedades antiguas de la zona oriental del Mediterráneo, Persia y poco más: apenas sombras de huellas perdidas.
Me gustaría que mañana las mujeres españolas marcharan reunidas y fuertes en apoyo de sus hermanas musulmanas; que se alzara un clamor unívoco y profundo para conseguir que se prohibieran las salvajadas de las que son objeto las niñas y las mujeres en muchas partes del mundo; me gustaría que lo logrado en España sea motivo suficiente para ponerse de acuerdo en ayudar a las más necesitadas y abandonadas a la espera de terminar y completar los matices que quedan pendientes en España. Me gustaría…
No será así y las mujeres españolas seguirán divididas mientras la reacción toma fuerza y las llama “feminazis”, bolleras, marimachos o cualquier otro apelativo cariñoso. El problema, mujeres acomodadas, no lo tenéis con los pocos casos de transexuales que tanto os preocupan o con los matices que queréis presentar como trascendentales, no: el problema lo tenéis con la ola de nuevos machirulos que piensan que están destinados a la superioridad sobre las hembras sometidas a su santa voluntad y en las mujeres que les apoyan. Es en ese terreno donde os amenaza el peligro, que nadie os confunda.
Feliz 8 de marzo y que el humo que os lanzan a los ojos no os haga perder el objetivo. Suerte, chicas.