Hora de posicionarse

Soldados y vehículos tácticos británicos, franceses y españoles en el campamento rumano de Smardan,
una de las zonas de ejercicios del componente terrestre de la ARF en Rumanía. Ministerio de Defensa

A pesar del caos que suponen las declaraciones diarias de Donald Trump, anunciando un día unas decisiones y desdiciéndose de ellas dos días más tarde, nadie puede llamarse a engaño sobre el cambio geopolítico que se ha operado en el panorama internacional con su subida al poder y que se resume en una sola frase: los Estados Unidos actuales han dejado de ser los aliados de Europa y del resto de las democracias mundiales.

Su vicepresidente James Vance humilló a la Unión Europea en la cumbre de Munich, acusándola de no respetar la libertad de expresión, y humilló igualmente al presidente Zelenski en el despacho oval ante los ojos de todo mundo, acusándole de desear la guerra. Trump ha cortado los servicios de inteligencia y el suministro de armas a Ucrania, dejándola inerme ante los ataques rusos, a continuación de lo cual estos crecieron en intensidad y crueldad contra la población civil. Ha anunciado aranceles contra todos los productos europeos, a la vez que considera eliminar las sanciones a Rusia. Habla directamente con Putin, rompiendo así el aislamiento al que los EE.UU. le tenían sometido desde su agresión a Ucrania. Su secretario de defensa ha sugerido que los EE.UU. se podrían desentender de la defensa europea y que sus tropas se retirarían del continente. ¿Qué más datos necesitamos para darnos por enterados?

En los informes de Mario Draghi y Enrico Letta, se diagnosticaron tres importantes dependencias estratégicas de la UE: la energética, la industrial y la militar. Antes de la agresión a Ucrania, la UE conseguía el gas y el petróleo rusos a bajo precio, desentendiéndose de su autonomía estratégica en este ámbito. Muchos bienes industriales los consigue a menor precio importándolos de China, hasta el punto de que no dispuso de mascarillas y respiradores cuando llegó la pandemia del coronavirus. Y, en el terreno de la defensa y la seguridad, ha vivido muy cómoda en los últimos ochenta años al amparo del paraguas de la OTAN, donde EE.UU. aportaba más de la mitad del esfuerzo militar.

En las áreas energética e industrial, la UE tomó buena nota después de la pandemia y puso en marcha el ingente esfuerzo de los fondos Next Generation —800.000 millones, más de la mitad del PIB español— para acelerar su reindustrialización, su autonomía estratégica y su transición a las energías renovables. Ahora le ha tocado el turno a la defensa y ha acordado créditos por otros 800.000 millones para hacerse responsable de su propia seguridad y —como parte inseparable de ella— del apoyo a la soberanía de Ucrania.

Hay que asumir que, en tanto las fuerzas progresistas estadounidenses no consigan revertir la situación creada con la elección de Trump, Europa y el resto de las democracias han perdido un aliado y tal vez han ganado un enemigo, porque el oligarca parece entenderse mejor con los dictadores que con los demócratas. No en vano comparte con ellos el recurso a la fuerza, y el abuso al más débil, para imponer sus decisiones.

Estamos ante una encrucijada de la historia en la que la UE se juega su destino futuro: o bien reacciona y pone remedio a sus carencias para evitar ser aplastada por esta nueva confederación de autócratas, o bien será sometida por ellos —con la ayuda de las fuerzas internas de extrema derecha que aquellos estimulan sin cesar— y tal vez dejará de ser la isla de democracia y bienestar que es hoy.

Las últimas reuniones de los líderes europeos ya han marcado el camino. Ahora es el momento de posicionarse dentro de cada país. En el nuestro, el primero en hacerlo ha sido Vox y en un sentido también muy claro: está incondicionalmente con Trump y contra el proyecto europeo. El propio Abascal, con el lenguaje educado que le caracteriza, lo ha expresado con total nitidez: “el principal interés de España es deshacerse de toda esa patulea de políticos progres, desde Úrsula Von der Leyen a Sánchez …  que amenazan nuestra seguridad, prosperidad y libertad”.

La parte del PSOE dentro del Gobierno también se ha pronunciado con claridad: apoyan la estrategia de la UE y están dispuestos a aumentar la inversión en defensa y seguridad —España es, por cierto, quien menos invierte dentro de la OTAN— y, para ello, recaban el apoyo del resto de fuerzas políticas.

El señor Feijóo, aunque experto en ponerse de perfil ante cada problema, ha dejado entrever que está por apoyar las inversiones en defensa, si bien todavía no ha comprometido su voto en el parlamento. También ha criticado veladamente las iniciativas de Trump contra la UE. En mi opinión, ante la nueva situación internacional, al Partido Popular se le presenta una oportunidad de oro para distanciarse de la extrema derecha de Vox y para hacer ver a sus votantes la descarada opción antipatriótica de este. Al tiempo que ganaría votos, contribuiría a fortalecer el proyecto democrático europeo en ese espacio electoral.

Y quedan las exquisitas izquierdas de Sumar, Podemos, Esquerra y Bildu ante el siempre espinoso problema de los gastos de defensa. Algunas declaraciones ya dan la pista de cómo respiran. Unas de Irene Montero afirman que las armas no dan la seguridad y que, en cambio, las inversiones en sanidad sí las dan. Imaginen a Podemos en la Inglaterra de 1940, con Francia y gran parte de Europa invadida por Hitler y con Estados Unidos reacios a involucrarse en la guerra, diciendo lo que hoy dice Ione Belarra: “todo euro invertido en armas es un euro menos para medicinas”. ¿Debían los ingleses hacer frente a Hitler con medicinas? Si Putin invade Polonia o Estonia, ¿vamos a hacer frente a sus misiles y drones con jeringuillas y bisturíes? Un poco de seriedad, señoras Montero y Belarra. Las declaraciones de Sumar, Compromís, Izquierda Unida y Bildu han ido en el mismo sentido que las de Podemos.

A nadie le gusta la guerra ni enterrar valiosos recursos en armas, pero el mundo es como es y los autócratas no entienden otro lenguaje que el de la fuerza. Lo único que puede detener a Putin de proseguir sus agresiones es tener enfrente una fuerza militar superior a la suya y estimar que podría perder más que ganar si decidiera atacar a un país europeo. El PIB conjunto de la UE es diez veces superior al de Rusia, por lo que no sería necesario un desmesurado esfuerzo económico para poner en pie una fuerza disuasoria creíble.

Sería también muy pertinente que el Congreso de los Diputados saliera de sus ensimismamientos y trifulcas domésticas y que, por una vez, dedicara un tiempo suficiente a este crucial debate y todos pudiéramos ver cómo se posiciona cada fuerza política.

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1 comentario

  1. Iván Álvarez de Lorenzana on

    Suscribo la totalidad de lo dicho en este artículo.

    Es cierto, cuesta adaptarse a esta nueva realidad; es un poco como cuando te deja inesperadamente esa pareja que siempre estuvo a tu lado en los momentos duros: no lo podemos creer, pensamos que es un mal sueño, o que a lo mejor ese día se ha levantado con el pie izquierdo pero que enseguida se le pasará y todo volverá a ser como antes…

    No, Trump y sus acólitos no se han levantado con el pie izquierdo. Lo que nos están mostrando es cómo son en realidad ,y cuanto antes tomemos conciencia, mejor.

    Ya no tenemos una pareja fiel, sino un novio maltratador, de los que te apalizan y/o humillan en cuanto no satisfaces cualquiera de sus cambiantes caprichos. Y el pensar «pero ya cambiará, en el fondo me quiere» es solo negar esa realidad.

    Hasta que llegue otro novio que nos quiera y respete de verdad, mejor fortalecernos y valernos por nosotros mismos. Mejor solos que mal acompañados.

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