Al final del muelle, Emilio Zafón disimula el objetivo vestido de pescador. El risco se descuelga tras los jardines del Palazzo Carnivalli. ¿Qué hubiera sido si antes te hubiera conocido?, la voz de Karol G gotea pegajosa entre los pinos. La aristocracia le hace un guiño a la plebe y se democratiza a ritmo de reggaetón.
Ahí arriba, en el tocador, Zendaya comparte gloss con la Reina de Jordania. El caviar si se hace bola se baja a sorbos de Moët & Chandon. El privilegio tiene tirada y el mundo se relame con la noticia. «Enzo Ragazzi, el cachorro de los Talbo, se casa con Marina Samba». La prensa lo ama: «El díscolo de la saga», «“La bragueta de dominicana”». Suenan las cinco, repican las campanas de Carnivalli.
¡Vivan los novios!
Rugen Ferraris. Fuegos artificiales. Rosa, verde, amarillo. Nadie anticipa el marrón. Una mujer ha caído del cielo y, detrás de ella, Enzo en calzoncillos Louis Vuitton. Un novio a la fuga no cabe duda. Ha dejado el chaqué tirado en las alturas, ¿o quizá no? En lo alto de la colina, una estatua de sal, una cariátide, una mujer abrazada a un traje, rendida a un amor kamikaze. En blanco roto, la inmortaliza el paparazzi, mientras suena el Despechá de Rosalía para Marina Samba.
Epílogo
La imagen fue portada de la revista Life en su número de mayor tirada y hoy es la obra de arte más visitada en la icónica sala tres del MOMA en Nueva York. El título: Hombre visto huyendo de sí mismo por Emilio Zafón.