Estos días está circulando por EEUU una imagen de los últimos presidentes del país con la que se pretende ridiculizar a Biden como una máquina falsificadora de firmas. Supongo que a la administración de Trump les ha hecho mucha gracia mostrar así al anterior presiente, y por eso se han encargado de que la fotografía se haga viral, pero a mi no es la máquina la que me llama la atención, sino las dos imágenes que la acompañan, la del actual y anterior presidente, Donald Trump, y cómo ha cambiado en 8 años.
— President Donald J. Trump (@POTUS) March 16, 2025
En su primer mandato, el POTUS posó como lo haríamos cualquiera, con su mejor sonrisa y con algo que podría parecerse a la cara de una buena persona… Al menos hay que aparentarlo. En 2025 su gesto es amenazador, viene a comerse el mundo y lo empieza con una instantánea que demuestra que está dispuesto a lo que sea, y sin sonreír.
Es cierto que la fotografía de este año tiene mucha más fuerza que la de 2017, que la luz es mejor, que es mucho más teatral y al mostrar al presidente en un plano más corto, le da aún mayor protagonismo. La del anterior mandato es mucho más tradicional, muestra a un hombre que sonríe de frente y quiere ser tu amigo (o parecerlo).
Pero ya no, ya no quiere parecer amigo de nadie. El gesto lo dice todo. Quiere ver nuestra alma a través de una fotografía, aunque, en el fondo, le da igual lo que haya en ella, porque solo le interesa lo que él tiene en mente y no te lo va a decir, porque no abre la boca ni para que se escape un atisbo de sonrisa.
El autor de la fotografía, que ya trajo polémica cuando se publicó en la web de la Casa Blanca al inicio del mandato, es Daniel Torok, un artista casi desconocido antes de convertirse en el fotógrafo oficial de la Casa Blanca.

Torok reconoció haberse inspirado en la fotografía policial de Trump cuando fue arrestado por la interferencia electoral en Georgia. No deja de ser curioso que un presidente quiera recordar una mancha en su expediente para empezar su nueva etapa, aunque tratándose de Trump, parece querer dejarnos claro que no le afecta en absoluto, todos sabemos quién es y lo que ha hecho, y aún así ha vuelto al Despacho Oval.
Una cara ensayada mil veces, ante el espejo, ante decenas de objetivos (incluido el de la policía) y ante miles de personas, y parece que es la que le gusta y la que le funciona. Trump no deja de ser un actor, un portavoz que representa un papel ante su público, que en ocasiones no sabe que está actuando.

De Ronald Reagan todos sabíamos que era actor, y aún así actuaba menos que Donald Trump. Su fotografía oficial recuerda algo a la del actual POTUS, en la iluminación y, tal vez, en el encuadre, aunque su gesto es mucho menos artificial. Reagan mira con una sonrisa, las banderas de fondo y el pañuelo blanco, al igual que la camisa, que desvían un poco la atención de la mirada, en la que solo percibimos el blanco de uno de los ojos. Las arrugas del presidente y esa boca torcida que nos dan cierta ternura con un hombre que lleva sobre sus hombros el peso de un país. Nada que ver con Trump, que se enfrenta al espectador con un gesto forzado y parece contraponerse a los demás presidentes, él incluido, que afrontaban con una sonrisa dirigir una de las democracias más importantes del planeta.
Si volvemos a la comparación entre las imágenes que se han querido viralizar desde el equipo de Trump, nos encontramos con dos fotos de la misma persona que no lo parece, separadas por una máquina que firma y que no sabría decir si no da más confianza que quienes la flanquean. ¿Opiniones al respecto?