Consecuencia del repaso al papado de Francisco, voy viendo que todo el mundo critica cosas de la Iglesia, olvidando varios aspectos importantes sobre lo que esa institución puede o quiere hacer o dejar de hacer. La Iglesia se comporta y hace lo que ella estima conveniente y marca, de forma muy clara, la “uniformidad” requerida. En este caso, la uniformidad se refiere a las normas de comportamiento.
No es obligatorio pertenecer al club de los fieles, pero los fieles sí deben cumplir con las normas, no sirve una aceptación “a medias”. Personalmente me da igual cuales sean las normas de uniformidad, pero me hace gracia ese empeño, muy habitual, de hacerse cada cual una Iglesia “a su medida”. La Iglesia ni es ni ha sido nunca democrática y ha definido una estructura jerárquica muy bien definida y estructurada que rige todo con “mano de hierro con guante de seda”.
A los católicos se les permite seguir, no regir, que para eso está el “jefe” al que, para dejar las cosas muy claras, se le otorga el estatus de infalibilidad. Ni el ritmo ni las preocupaciones de la Iglesia se ajustan a nuestros ritmos y cuestiones, ella actúa de otra forma y siempre en función de sus propios postulados, aunque nadie sepa muy bien qué postulados son esos, pero ellos sí lo saben.
Se le piden muchas cosas, se le mete prisa por actuar, pero ellos – la curia y los Papas – eligen lo que es coherente con sus dogmas, costumbres y mandatos. Ni la mujer va a acceder al sacerdocio de forma rápida ni los curas van a poder casarse, al igual que muchas otras demandas emanadas de la “sociedad seglar”.
Creo que la Iglesia puede cambiar muchas cosas, pero no creo que pueda alterar lo que ellos consideran pilares de la fe y reglas de conducta fundamentales. Si ponemos el retrovisor, vemos que le estamos pidiendo a una institución muy lenta que se acompase con el ritmo de los tiempos y eso no es posible, así de simple.
En el aspecto personal, no me importa nada de lo que la Iglesia haga o no haga, pero desde Roma se habla para muchos fieles y el impacto sobre la vida de muchos de esos fieles es enorme. Si el mensaje no es adecuado, el daño se multiplica, como ocurre con las mujeres de los pueblecitos de Centroamérica o Sudamérica que se ven condicionadas por ese mensaje. Asume tu papel, tus muchos embarazos, aguanta al marido borracho…eso sí hace daño y me resulta inmoral.
El club no va a cambiar el reglamento y quien quiera ser socio, ya sabe lo que tiene que hacer: aceptarlo. A partir de ese punto, queda claro que los que no somos socios y no hemos pagado la cuota, no tenemos nada que decir acerca del gobierno de ese grupo. Si algo tengo que opinar, me gustaría que los mensajes emitidos sean coherentes y comprensivos con las distintas realidades sociales y que nunca, nunca, puedan aumentar el sufrimiento y el dolor de no poder escapar de su tortura.