Los ciudadanos quieren saber, para eso votan

Todo demócrata y progresista debe saber que "la democracia no es simplemente la regla de la mayoría, es la regla de la mayoría respetando los derechos de la minoría". Esto implica que las decisiones en materia de defensa y seguridad no pueden tomarse sin el debido debate ni el control parlamentario adecuado.
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La Necesidad de un Debate Parlamentario sobre Defensa y Seguridad Nacional en España

El Parlamento y la Representación Popular. Como se ha reiterado hasta la saciedad estos días, durante el debate de investidura en noviembre de 2023, Pedro Sánchez afirmó su intención de gobernar, incluso si eso significaba sortear ciertos debates parlamentarios.

Esta declaración fue una fuente asegurada de controversias. ¿Puso en entredicho el papel del Parlamento como espacio de deliberación y control? No es posible que un dirigente socialdemócrata pueda considerar eso. No, alguien que tenga un correcto sentir de lo que es la democracia. No obstante, la afirmación del presidente suscitó preocupaciones, tanto a propios (militantes socialistas con años de profesar este credo) como a extraños, sobre la concentración del poder ejecutivo en una persona y la reducción del papel del Parlamento en la toma de decisiones fundamentales. No es de ahora, es del Siglo XVII cuando John Locke dijo aquello «El poder legislativo (parlamentario) es supremo en cada Estado», en su ensayo sobre el Gobierno Civil, lo que pasa es que ahora lo que rige el pensamiento es lo que las y los activistas cuentan en los platos y en las redes sociales.

Pues sí, más allá de su función legislativa, el Parlamento representa a la ciudadanía y sirve (debería servir) como el foro principal para el debate político, el control del gobierno y el conocimiento de la ciudadanía hacia donde se dirigen sus destinos. La democracia actual se está debilitando por ignorancia generalizada de lo que realmente se habla. Rousseau creía que «la soberanía reside esencialmente en la voluntad general», lo que implica que el Parlamento debe ser central en la toma de decisiones y no una instancia decorativa subordinada al Ejecutivo. ¿Qué pasa cuando las instituciones son órganos irrelevantes simplemente válidos para ejercer la becaría pública? Ya sea el CGPJ, el TC, el Consejo de Estado o el propio Parlamento. Es que como a Benedetti «cuando teníamos todas las respuestas, de pronto nos cambiaron todas las preguntas».

El Parlamento es clave en la construcción del consenso y en la rendición de cuentas, aspectos fundamentales para la estabilidad y legitimidad democrática. En las Cortes franquistas, el Palacio de la Carrera de San Jerónimo no dejaba de ser una cámara del aplauso y en el 77 recuperó su razón de ser un lugar para la discrepancia y la propuesta. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha observado un deterioro de su función deliberativa, reemplazada por un constante intercambio de «zascas» y reproches que reducen el debate político a un espectáculo mediático.

La actual tendencia a convertir el debate en nuestra sociedad, cuyo reflejo es el Parlamento, en una sucesión de ataques y respuestas rápidas mina la seriedad no del proceso deliberativo, sino de nuestra condición de ciudadanos. Somos reducidos a una minoría de edad. Todos pasamos a ser como eran las mujeres en el franquismo, “a no ser que nos lo expliquen muy despacito y muy bien el porqué”, como a Rufián. La política no debería reducirse, como es ahora, a una estrategia comunicativa para redes sociales o titulares de prensa, sino a un ejercicio de búsqueda del bien común. La sustitución del debate por la confrontación frívola socava la confianza en las instituciones y aleja a los ciudadanos de la participación democrática. Y estamos en tiempos donde nos estamos jugando mucho, una vez más.

Defensa y Seguridad Nacional en el Parlamento

Dicho esto, las políticas de defensa y seguridad afectan directamente a la vida, la libertad y el bienestar de los ciudadanos, por lo que es imprescindible que sean objeto de un escrutinio parlamentario riguroso. No hay posible tactismo en esto, ni argumentario que elaborar al respecto para distribuir a los conmilitones. La opacidad en estos asuntos puede generar desconfianza y erosionar la legitimidad de las decisiones adoptadas no solo por el gobierno, sino por las instituciones democráticas en su conjunto.

Sí o sí, el Parlamento tiene la responsabilidad de evaluar las políticas de seguridad, supervisar las estrategias de defensa y garantizar que estas se ajusten escrupulosamente a los principios democráticos y al Estado de derecho. No hay otra. La ausencia de un debate amplio en estas cuestiones allana el camino para decisiones arbitrarias que podrían comprometer, no tardando mucho, la estabilidad del país. Por ello, la manera de cortar el camino a la extrema derecha no es comportarse como lo haría esta.

El control parlamentario sobre el presupuesto de defensa es una garantía de transparencia y rendición de cuentas. Una garantía de que la Seguridad Nacional no queda, como fue en el pasado, bajo el sombrío telón de la razón de Estado. En democracias consolidadas y avanzadas, las decisiones en materia de gasto militar están sujetas a debate y aprobación parlamentaria, asegurando que los recursos públicos sean utilizados de manera eficiente y acorde con los intereses nacionales.

El Parlamento debe ejercer, especialmente dentro de sus funciones, un control efectivo sobre las actividades de las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia. La supervisión legislativa es fundamental para evitar abusos y garantizar que estas instituciones operen dentro de los límites constitucionales y democráticos.

Además, en este caso el debate parlamentario puede ser incluso insuficiente o inadecuado, los ciudadanos deben tener acceso a foros especializados donde puedan informarse y expresar sus opiniones sobre cuestiones de defensa y seguridad. La participación de la sociedad civil, universidades y medios de comunicación independientes puede desempeñar un papel clave en este sentido, proporcionando información objetiva y fomentando una discusión pública fundamentada.

La idea de que el gobierno puede prescindir del Parlamento en cuestiones de seguridad nacional constituye una peligrosa reinterpretación de la democracia. El respeto a la ley, la separación de poderes y la participación ciudadana son elementos esenciales del sistema democrático y no pueden ser sustituidos por decisiones unilaterales de un dirigente político, por muy legitimado por las urnas que esté.

Todo demócrata y progresista debe saber que «la democracia no es simplemente la regla de la mayoría, es la regla de la mayoría respetando los derechos de la minoría». Esto implica que las decisiones en materia de defensa y seguridad no pueden tomarse sin el debido debate ni el control parlamentario adecuado.

En definitiva, la ecuación es sencilla: la seguridad, la libertad y el bienestar de los ciudadanos se sitúan por encima de las estrategias personales de los dirigentes políticos. La falta de debate y transparencia en asuntos de defensa y seguridad no solo debilita la democracia, sino que también pone en riesgo la confianza de los ciudadanos en sus instituciones. La democracia no es una construcción arbitraria definida según la interpretación del gobernante de turno. Es un sistema basado en principios recogidos en constituciones y tratados internacionales y, sobre todo, en principios éticos.


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