Líderes maduros y excelentes

Felipe II y su sombra. Lienzo de Cruz de Castro

Lo más fácil es dejarse llevar, hacer como hacen los demás. No nos cuestionamos si está bien o mal, si mejora el mundo, o siquiera nuestra vida, pero ahí vamos. Si todo el mundo se hace tatuajes, yo también me los hago. Cuando la moda son los calcetines tobilleros, aunque haya dos grados bajo cero, vamos luciendo pierna.

Pero esto no es una cuestión de que los tiempos cambien, no es algo moderno. La adolescencia hace seguir la corriente para sentirse integrado. Por eso empezamos a fumar, a beber o a hacer puenting. Son cosas que no tienen por qué ser beneficiosas para nosotros, pero nos ayudan a sentirnos como los demás.

Esta necesidad de aceptación, generalmente, se supera, y cada uno elige su camino, valora los pros y los contras de sus acciones y tira para adelante. Las personas con una personalidad más fuerte serán más capaces de hacer cosas diferentes y, con un poco de suerte, elegirán acciones que serán mejores para ellos y para su entorno. Incluso conseguirán que otros les sigan para hacer del mundo un lugar mejor para todos.

Así deberían ser los líderes: fuertes, capaces de encontrar lo más positivo y de conseguir que otros les sigan para alcanzar esos fines.

¿Para qué queremos políticos?

Si las grandes ideas de los políticos se basan en lo que pide la gente, sin ofrecer nada nuevo, ¿para qué sirven los políticos?

Cuando los análisis se basan en lo que les cuentan los ciudadanos ¿para qué sirven los dirigentes?

Con datos manipulados ¿para qué sirven las estadísticas?

Si las respuestas a los problemas difíciles son sencillas ¿para qué sirve la acción política?

Cuando actuaciones bien encaminadas no se trasladan correctamente ¿para qué sirve la comunicación?

Sin análisis riguroso, sin conocimiento, sin reflexión, sin nuevas ideas y sin valores no hay liderazgo posible.

Somos una sociedad madura

Da igual, dirán algunos, no nos hacen falta líderes. Somos una sociedad desarrollada, con cientos de personas formadas que no necesitan seguir a nadie para que el mundo funcione. Pero así, la vida se estanca. Necesitamos referentes, personas con ideas diferentes que afronten los retos y los cambios que conlleva el desarrollo.

Busquemos la excelencia con personas excelentes

Es cierto que contamos con una sociedad mejor formada que la de nuestros padres y tal vez por eso sea más complicado encontrar líderes que destaquen frente al resto de los individuos.

No hay político que no se rodee de una buena corte de asesores que le baile el agua y, de vez en cuando, le aporte alguna idea o le haga ver lo que no ve. De por sí, los asesores son importantes. Los dirigentes manejan tantos temas que es imposible que los controlen todos, pero deberían buscar verdaderos expertos que mejoren su gestión.

Si es difícil encontrar una persona sola que destaque entre la multitud, la unión de muchas personas excelentes tiene que ser, necesariamente, excelente.

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