Los aranceles que tensan el vínculo entre Washington y Brasilia

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Por Adalberto Agozino

Las relaciones entre Brasil y Estados Unidos atraviesan actualmente una de sus etapas más críticas. La política comercial de Donald Trump, caracterizada por el uso agresivo de aranceles, ha generado un impacto profundo en las exportaciones brasileñas y ha reavivado el debate sobre la autonomía latinoamericana frente a la influencia de Washington. Pero detrás de la disputa por los gravámenes, emerge una dimensión política que trasciende lo meramente económico: las presiones de Trump sobre el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, en claro respaldo al expresidente Jair Bolsonaro.

El giro arancelario de Washington

La Casa Blanca decidió en 2025 ampliar el alcance de la Sección 232 —herramienta que permite restricciones comerciales por razones de seguridad nacional— para incluir el acero, el aluminio y otros sectores industriales estratégicos. Brasil, como segundo exportador mundial de mineral de hierro y proveedor clave de acero para Estados Unidos, se vio inmediatamente afectado.

Los nuevos gravámenes alcanzan hasta el 50% en algunos productos, representando un aumento drástico respecto a tasas previas. Además, se impusieron restricciones sobre bienes agrícolas y manufacturados, desde carnes procesadas hasta productos químicos, amenazando así cadenas productivas vitales para la economía brasileña.

  • Acero y aluminio: incrementos arancelarios de hasta el 50%.
  • Agroindustria: restricciones a carnes procesadas, azúcar y etanol.
  • Manufacturas: químicos y derivados plásticos con nuevos sobrecostes.
  • Excepciones: aeronáutica y algunas materias primas críticas.
La respuesta de Brasil

El presidente Lula calificó las medidas como “unilaterales e injustificadas”, pero ha optado por una postura de cautela, priorizando vías diplomáticas y multilaterales antes que una confrontación directa. Itamaraty, el Ministerio de Exteriores, explora tres rutas principales: recurrir a la Organización Mundial del Comercio (OMC), negociar exenciones sectoriales, y considerar represalias selectivas sobre productos estadounidenses. Además, busca coordinar posiciones con India y otros países igualmente afectados.

  • Negociación bilateral: exenciones para sectores clave.
  • Acción multilateral: demandas ante la OMC, en coordinación con India.
  • Represalias comerciales: gravámenes sobre exportaciones estadounidenses, especialmente en tecnología y bienes de consumo.
India y el paralelismo con Brasil

India ha sufrido el endurecimiento arancelario de Estados Unidos en sectores textiles, químicos y agroalimentarios, generando pérdidas multimillonarias. La reacción india ha sido similar: denuncia ante la OMC y consultas directas con Washington.

Adicionalmente, Trump pretende que la India lo nomine al Premio Nobel de la Paz por sus gestiones diplomáticas para alcanzar un alto al fuego entre India y Pakistán en el conflicto de Cachemira reactualizado este año. Mientras que Nueva Delhi insiste que se alcanzó el alto al fuego en negociaciones bilaterales sin injerencia de otros actores extrarregionales.

Así, dos miembros de los BRICS se ven simultáneamente afectados, lo que en Brasil se percibe como una señal de la estrategia estadounidense frente al bloque emergente.

Trump y los BRICS: un choque estratégico

La ofensiva comercial contra Brasil e India forma parte de la estrategia de Trump hacia los BRICS, grupo que promueve alternativas al dominio económico occidental y aspira a una autonomía estratégica. Para la Casa Blanca, los aranceles cumplen una doble función: disuadir el comercio fuera de los marcos controlados por Occidente y advertir que la cercanía con Pekín o Moscú tiene consecuencias económicas inmediatas.

  • Brasil: aranceles al acero, la agroindustria y manufacturas.
  • India: sanciones a textiles, químicos y alimentos.
  • China: continuidad de la guerra arancelaria iniciada en 2018.
  • Rusia y Sudáfrica: restricciones financieras y comerciales.
Presiones políticas de Trump

Más allá de la disputa comercial, las recientes acciones de Trump han adquirido un matiz explícitamente político. La ofensiva arancelaria coincide con declaraciones públicas —y gestos diplomáticos— de apoyo al expresidente Jair Bolsonaro, que mantiene una agenda internacional activa y busca recuperar protagonismo en la política brasileña.

Trump ha utilizado la presión económica como herramienta para influir en el escenario interno de Brasil, buscando debilitar la gestión de Lula y favorecer la imagen de Bolsonaro ante el electorado, en especial entre los sectores productivos afectados por los gravámenes. Las reuniones entre aliados de Bolsonaro y figuras cercanas al expresidente estadounidense, junto con campañas mediáticas en redes sociales, han reforzado el vínculo ideológico y estratégico entre ambos líderes.

Esta dinámica genera un desafío adicional para Lula: no solo debe gestionar las consecuencias económicas de los aranceles, sino también afrontar una campaña de presión política internacional que busca erosionar su liderazgo y abrir espacio para la rearticulación del bolsonarismo en Brasil. En este contexto, las negociaciones comerciales se entrelazan con la disputa por la legitimidad y la estabilidad interna, mientras las potencias extranjeras juegan un papel cada vez más explícito en los debates nacionales.

Escenarios futuros

Los analistas contemplan tres escenarios en el corto y mediano plazo:

  • Gestión negociada: Brasil logra acuerdos parciales y las tensiones se contienen.
  • Escalada arancelaria: Brasil responde con represalias, EE UU contraataca y el conflicto se amplía.
  • Multilateralización: Brasil e India llevan la disputa a la OMC, prolongando el litigio.

Sin embargo, el trasfondo político marca la diferencia: el comercio se convierte en instrumento de presión estratégica, mientras el escenario brasileño se transforma en arena de pugna entre modelos antagónicos de liderazgo.

Conclusión

La política arancelaria de Donald Trump ha convertido la relación entre Estados Unidos y Brasil en un terreno de confrontación donde lo económico y lo político se entrelazan. Para Lula, la disyuntiva es doble: negociar excepciones que amortigüen el impacto económico inmediato y, al mismo tiempo, resistir las presiones directas para no ceder terreno frente al avance del bolsonarismo incentivado desde Washington. El futuro de la soberanía brasileña depende de la capacidad del gobierno para articular respuestas que protejan su autonomía económica y política, en medio de una disputa global cada vez más marcada por intereses ideológicos y estratégicos.

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