“El Minotauro resultó ser un monstruo salvaje que a medida que crecía se hacía más salvaje. Tan solo se alimentaba de carne humana así que hubo que tomar medidas para mantenerlo a raya. Dédalo construyó un laberinto lleno de pasadizos entrecruzados y encerró ahí al ser mitológico para toda la eternidad”.
Pero el Minotauro se hace mayor, envejece, ve su final de muerte y poniente. Necesita a Teseo para que venga a liberarlo de ese laberinto, de esa habitación sin vistas, ya no goza de los encantos de la vida, le puede más la melancolía.
Escrita y dirigida por Néstor Roldán, nos presenta, con un gran intérprete como Pablo Paz, donde el personaje está, como en la mitología, abandonado, viviendo de los recuerdos y de las rutinas, y anciano ya, harto, abstraído, solo desea la muerte, tener la moneda para cruzar en la barca hacia el Hades.
Se eriza la piel ante las palabras y la ejecución del actor, Pablo Paz, como algo prodigioso dentro de la rutina de un personaje que es, también, capaz de amar. Los sentimientos, la emoción, ante la decrepitud y El Ocaso del Minotauro.
Con absoluta claridad nos dice que nada es imperecedero, que por mucho que haya sido memorable, todo tenderá a corromperse, cual cuerpo en las brasas, en una locura que se apodera del alma, independientemente de la naturaleza de los seres que lo padecen.
Este Minotauro, mitad hombre, mitad toro es todo anhelo, esperanza ante su final que sabe irrevocable y cierto, pero antes de inclinar la cerviz se volverá fiero, anhelante, arrasando sin furia los hechos a los que se ha visto sometido e inducido.
Debo detenerme en esa furia contenida del actor, en ese texto poético al que le pone vigor y arrebato, que nos hechiza en una visión teatral que no puede olvidarse.
Se derrumba el mito del Minotauro que solo se alimenta de carne humana, como ya hiciera en su día Julio Cortázar, donde el minotauro es un ser benevolente y es Teseo quien, despojado de toda humanidad, acaba con él.
El Minotauro en pijama, en una oscuridad espesa que le ciega y le impide salir del laberinto. Es su ocaso, sí, pero ansía, y el pecho le abrasa, y su carne son latidos. No se recrea en su deseo, quiere acabar con el destino que le tienen asignado por decreto. Es hora de mostrarse vulnerable, de que lo dejen en paz con su propia tortura. Ya no es joven, siente lo que ha de venir, se contempla a sí mismo.
Es la lumbre de su propio destino, de su propio abismo. Con paciencia, anticipa el desenlace que le conmoverá profundamente. Esa ira contenida durante tanto tiempo solo aspira a un final que le permita reconciliarse con su propia naturaleza.
Se escuchan las palabras del actor y del mito, el gran trabajo de una puesta en escena que obnubila para saber que el Minotauro, en su laberinto, ya está en el ocaso donde sucumbirá con la dignidad de los malditos.
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FICHA ARTÍSTICA
EL OCASO DEL MINOTAURO
Dirección y dramaturgia: Nestor Roldán.
Interpretación: Pablo Paz
Voces Off: Carlos Hipólito, Ana Morgade, Pablo Viña, Pepa Pedroche, Néstor Roldan y Guillermo Serrano.
Escenografía: Mer García Navas
Diseño de máscara: La Ventana recursos artísticos.
Producción: Pau Pau Producciones
Espacio: Sala Tarambana