INFORME ESPECIAL LA DISCREPANCIA.
DESDE EL BUNKER DE LA MONCLOA
Pedro Fuentetaja
En 2024, más de 70 elecciones evidenciaron tensiones políticas, económicas y sociales, marcando el nacimiento de un nuevo Orden Mundial. La desigualdad, los desafíos de gobernanza y los conflictos de intereses emergen como ejes clave de un panorama global convulso.
Reflexiones en un mundo en transformación
El inicio del nuevo año no ha disipado las inquietudes, más bien al contrario. El año 2025 comienza marcado por la incertidumbre que atraviesan diversos ámbitos: desde la estabilidad democrática en regiones clave hasta la fragilidad económica global, agravada por la crisis climática y el ascenso de nuevas potencias en busca de redefinir el equilibrio geopolítico.
La transformación global no solo es palpable, sino que se perfila como una constante inevitable en los próximos años. El inicio de 2025 llega cargado de incertidumbres: ¿Qué nuevas políticas emergerán de los recientes procesos electorales? ¿Cómo responderán las potencias emergentes a estas configuraciones? ¿De qué manera influirán las agendas de los ganadores en los equilibrios internacionales? Y, sobre todo, ¿hasta dónde alcanzara la capacidad de alteración del presidente Donald Trump? ¿Será un factor decisivo en la reconfiguración del orden global o un simple generador de ruido mediático y teatralidad política? Estas interrogantes resaltan la creciente complejidad de un mundo cada vez más difícil de predecir.
Sin embargo, conviene recordar que, a lo largo de la historia, las crisis y la incertidumbre han actuado como puntos de inflexión esenciales en la configuración de los equilibrios globales, impulsando cambios estructurales, redefiniendo las reglas del sistema internacional y abriendo nuevos horizontes.
Lejos de ser simples interrupciones en la continuidad histórica, las crisis han sido motores de innovación y adaptación, obligando a los Estados y a las sociedades a replantear sus estrategias, desarrollar políticas públicas más resilientes y buscar soluciones creativas para enfrentar problemas complejos
PERSPECTIVAS GEOPOLÍTICAS
Crisis provocadas por treguas frágiles y rivalidades sistémicas
En este inicio de 2025, el discurso sobre la paz global cede espacio a la noción de treguas frágiles. Ucrania, aún en el epicentro de una contienda que redefine las dinámicas de poder global, podría experimentar un giro hacia la diplomacia, mientras la caída del régimen sirio de Bashar al-Assad marca el inicio de una transición política plagada de incertidumbres.
A ello se suma la persistencia del conflicto israelí-palestino, que sigue erosionando los equilibrios en un Oriente Medio, ya profundamente fracturados. Estos escenarios evidencian un sistema internacional que falla a la hora de abordar las causas estructurales de los conflictos: las crecientes desigualdades económicas, los impactos de las crisis climáticas, las migraciones masivas y las tensiones identitarias que polarizan a las sociedades.
Por otro lado, la rivalidad estratégica entre China y Estados Unidos continúa consolidándose como el eje central de la geopolítica contemporánea. Este enfrentamiento, que se proyecta en los ámbitos comercial, tecnológico y militar, amenaza con intensificarse en 2025. Más allá de estas dos potencias, sus repercusiones se extienden al sistema internacional en su conjunto, trastocando cadenas de suministro global, desestabilizando mercados financieros y reconfigurando alianzas estratégicas en un tablero geopolítico en constante transformación. La interacción entre estos fenómenos subraya la creciente complejidad del sistema internacional, que enfrenta retos multidimensionales sin respuestas claras ni consensos sólidos.
Un elemento transversal que define nuestra época es el miedo. Este sentimiento, amplificado por una percepción generalizada de vulnerabilidad, se ha transformado en un motor de políticas migratorias restrictivas y en un factor clave en las relaciones internacionales. La incertidumbre genera respuestas reactivas y, con frecuencia, miopes, que no hacen más que intensificar las tensiones preexistentes.
Finalmente, es fundamental destacar que no estamos simplemente atravesando una época de cambios; estamos viviendo un cambio de época. La transformación actual no se reduce a una serie de crisis aisladas, sino que representa una reestructuración profunda de los paradigmas que han regido la política, la economía y la sociedad global desde la posguerra. Comprender este cambio no es solo importante, sino imprescindible para cualquier actor que aspire a influir en el rumbo de este mundo en constante transformación.
En definitiva, el año 2025 no será únicamente un período marcado por cambios y crisis, será también un momento histórico que determinará el rumbo del siglo XXI. El verdadero reto no será simplemente navegar en aguas turbulentas, sino sentar las bases de un sistema más justo, inclusivo y resiliente en medio de la incertidumbre.
En este contexto, resulta crucial reflexionar sobre las lecciones del año que concluyó y desarrollar estrategias que prioricen la cooperación, el diálogo y la innovación. Solo así podremos enfrentar los desafíos compartidos de una humanidad cada vez más interconectada, pero también profundamente dividida.
Resultados Elecciones 2024
El año 2024 culminó con un superciclo electoral que movilizó a más de la mitad de la población mundial en cerca de 70 países, marcando tendencias clave en los cinco continentes.
En Rusia, tras la modificación ad hoc de la Constitución en 2020 y como era previsible, Vladimir Putin ganó las elecciones, consolidando un sistema político que ha dejado de ser una «imitación de un sistema democrático» para reafirmar su carácter autoritario.
En Europa, la extrema derecha experimentó un avance significativo, alcanzando casi el 25% de los escaños en el Parlamento Europeo, aunque sin llegar a ser decisiva. Países como Francia, Austria, Portugal y el Reino Unido destacaron por el crecimiento de partidos ultraderechistas. Sin embargo, en este último, la victoria laborista marcó el fin de 14 años de gobierno conservador. Los gobiernos tradicionales sufrieron un notable desgaste, reflejado en pérdidas en países como el Reino Unido, Francia, Bélgica e Irlanda, atribuibles al creciente hartazgo ciudadano frente a desafíos como la inmigración y el estancamiento económico. Además, el aumento de candidatos prorrusos en algunos países evidencia divisiones internas dentro de la región.

En América, el regreso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos promete cambios significativos en política exterior y migratoria, con un impacto notable en Centroamérica y México. Se anticipa un enfoque más restrictivo en las políticas migratorias, así como una redefinición de las relaciones comerciales y de cooperación en la región.
Durante las fiestas navideñas, Trump adelantó algunas de sus propuestas en su plataforma de redes sociales, Truth Social, donde planteó la necesidad de recuperar el control del Canal de Panamá, la intención de adquirir Groenlandia y la idea de incorporar a Canadá como el quincuagésimo estado de la Unión. Estas declaraciones reflejan el talón de Aquiles de su política exterior y su disposición a alienar innecesariamente a aliados clave.
En Iberoamérica, el ciclo electoral favoreció mayoritariamente al oficialismo. Destaca la histórica victoria de Claudia Sheinbaum en México, que asegura la continuidad del proyecto político de Morena, así como las reelecciones de Nayib Bukele en El Salvador y Luis Abinader en República Dominicana, reflejo de la consolidación de sus respectivas agendas gubernamentales.
En contraste, Uruguay experimentó un cambio de rumbo político con la victoria de Yamandú Orsi, líder de centroizquierda, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Su mandato, que comenzará en 2025, podría impulsar una orientación más progresista en lo social y económico, marcando un giro significativo en la dirección del país.
No obstante, la región enfrenta desafíos persistentes, como la crisis de representación política y los retrocesos democráticos. Un ejemplo notable es Venezuela, donde la falta de elecciones transparentes y la concentración de poder siguen generando incertidumbre y debilitando la confianza en las instituciones democráticas.
En Asia, el continente fue escenario de elecciones clave tanto a nivel regional como global. En Taiwán, Lai Ching-te, del Partido Democrático Progresista (PDP), emergió vencedor en las elecciones presidenciales. En Bangladesh, la Liga Awami, encabezada por Sheikh Hasina, logró su cuarta victoria consecutiva con menos del 40 % de los votos habilitados. Sin embargo, en agosto de 2024, tras masivas protestas, Hasina dimitió y huyó del país. Un gobierno interino, liderado por Muhammad Yunus, asumió el poder en medio de una profunda crisis política.
Pakistán celebró elecciones generales marcadas por controversias y denuncias de irregularidades, calificadas como las «más amañadas» en la historia del país. El ex primer ministro Imran Khan, líder del partido Tehreek-e-Insaf, enfrentó obstáculos significativos durante todo el proceso electoral.
En Indonesia, el gigante del Indo-Pacífico, se llevaron a cabo elecciones generales que consolidaron su posición como la tercera democracia más grande del mundo. Los resultados reflejaron la continuidad de las políticas actuales, aunque con una creciente participación de partidos emergentes que buscan influir en la dirección futura del país.
En India, el país más poblado del mundo, el Bharatiya Janata Party (BJP), liderado por Narendra Modi, obtuvo un tercer mandato consecutivo, aunque con una mayoría parlamentaria reducida, lo que ha obligado al partido a pactar con otras formaciones. Japón, por su parte, vio al Partido Liberal Democrático (PLD) mantenerse en el poder, pero perdiendo la mayoría absoluta que ostentaba desde hacía 15 años, debido a escándalos de corrupción y a una creciente inflación.
PRIORIDADES DE ESPAÑA SEGÚN EL «FOCO ÁFRICA 2023» (GEOPOL21)

En África, el continente con el mayor número de elecciones en 2024, se registraron avances democráticos significativos, destacados por hitos como la victoria de Diomaye Faye en Senegal, el triunfo de la oposición en Botsuana y Ghana, y la elección de la primera mujer presidenta de Namibia. La participación juvenil jugó un papel crucial en varios países, impulsando cambios relevantes.
Mozambique merece una mención especial por su situación poselectoral, marcada por la violencia. Las protestas tras las elecciones han dejado ya 225 muertos y más de 4.000 detenidos. En esos comicios, Daniel Chapo, candidato del Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), fue declarado vencedor, aunque la oposición no reconoce los resultados y exige una nueva convocatoria electoral transparente.
Otras democracias han experimentado retrocesos menos intensos. En Namibia, Netumbo Nandi-Ndaitwah, bajo la bandera de la Organización del Pueblo de África del Sudoeste (SWAPO), se convirtió en la única presidenta electa del continente, aunque su partido perdió escaños en el parlamento. En Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, del Congreso Nacional Africano (CNA), logró la reelección, pero perdió la mayoría absoluta que su partido mantenía desde el fin del apartheid. Para gobernar, formó una coalición denominada Gobierno de Unidad Nacional junto con la Alianza Democrática y otros partidos opositores.
Con mayor estabilidad, líderes como Azali Assoumani en las islas Comoras, Mohamed Ould Ghazouani en Mauritania, Abdelmadjid Tebboune en Argelia, Kaïs Saïed en Túnez y Paul Kagame en Ruanda revalidaron sus mandatos. Este último obtuvo un 97% de los votos en una elección claramente diseñada a su favor. En Madagascar, el oficialismo también garantizó la continuidad del régimen vigente al imponerse en las elecciones parlamentarias.
En Chad, Mahamat Déby consolidó su poder al pasar de líder de la transición a presidente electo en unos comicios denunciados por la oposición, perpetuando así el control de la familia Déby sobre el país.
Los procesos de transición han avanzado de forma desigual en el continente. En Gabón, una nueva constitución aprobada por referéndum abre la posibilidad de celebrar elecciones y establecer un gobierno civil en 2025. Sin embargo, aún no se ha definido si el presidente golpista y líder de la junta militar, Brice Oligui Nguema, será candidato.
Por otro lado, algunas elecciones no se han celebrado. En Malí y Burkina Faso, ambos bajo gobiernos militares, los comicios previstos no tienen una nueva fecha concreta tras el incumplimiento de los plazos originales. En Guinea-Bissau, el presidente Umaro Sissoco Embaló se aferra al poder, mientras que Sudán del Sur ha postergado las primeras elecciones de su historia hasta 2026.
En el Anexo 1 figuran las elecciones que, previsiblemente, deberían celebrarse en 2025
CONFLICTOS PARA TENER EN CUENTA EN 2025
El mundo sigue enfrentando una multiplicidad de conflictos, tanto tradicionales como emergentes, impulsados por dinámicas de poder, la competencia por recursos, el avance tecnológico y el impacto del cambio climático. En este contexto, la rivalidad entre Estados Unidos y China se perfila como un factor clave en el panorama geopolítico global, con importantes repercusiones en el comercio, la tecnología y las alianzas estratégicas.
El cambio climático continúa siendo un eje central de tensión, exacerbado por conflictos armados, desigualdades económicas, persecuciones políticas y desastres naturales. La creciente competencia por recursos hídricos, energéticos y alimentarios en regiones vulnerables no solo origina nuevos conflictos, sino que también intensifica los flujos migratorios, generando millones de nuevos «refugiados climáticos».
En 2025, las principales zonas de alta movilidad migratoria siguen siendo el Sahel, América Central, Oriente Medio y el sur de Asia. En respuesta, numerosos países han endurecido sus políticas de control fronterizo, lo que ha agravado las crisis humanitarias en áreas críticas.
La criminalidad organizada evoluciona en 2025, aprovechando la tecnología y la globalización. Las rutas tradicionales del narcotráfico se diversifican, con un aumento en la producción y distribución de sustancias sintéticas. El auge de la inteligencia artificial y el acceso masivo a herramientas tecnológicas han incrementado los ciberataques, el fraude financiero y el robo de datos. Las redes criminales también se benefician de la migración irregular, explotando a los migrantes a través de trabajos forzados o explotación sexual. En algunos países, estas redes se infiltran en la política y la economía, dificultando la implementación de políticas de desarrollo sostenible.
El terrorismo sigue siendo una amenaza persistente, aunque con dinámicas cambiantes. Grupos como ISIS y Al-Qaeda han perdido influencia en ciertos territorios, pero mantienen redes activas en regiones inestables como el Sahel y Afganistán. En países desarrollados, el terrorismo de extrema derecha y los movimientos supremacistas están en auge, impulsados por la polarización política y los discursos de odio. Los grupos terroristas utilizan plataformas digitales para reclutar, planificar y difundir propaganda. En regiones como el Sahel y América Latina, el terrorismo y el crimen organizado se entrelazan, financiándose mutuamente a través de actividades como el narcotráfico y el contrabando.
Este panorama subraya la urgencia de adoptar un enfoque integral que combine medidas de prevención, cooperación internacional y políticas inclusivas para abordar los desafíos globales que plantea 2025.
ASIA-PACÍFICO
El Mar del Sur de China sigue siendo un punto especialmente delicado, debido a las reclamaciones marítimas de China que se superponen con las de otros países, incluidos Filipinas (aliado de Estados Unidos), Vietnam, Malasia y Brunéi. Esta situación podría generar conflictos en la región, especialmente con la implicación de EE.UU. Asimismo, persiste el riesgo de enfrentamientos entre China y Taiwán, respaldados indirectamente por EE.UU., lo que podría convertirse en un punto crítico para la estabilidad regional.
Corea del Norte continúa priorizando su programa armamentístico como herramienta de disuasión y presión internacional. Sus ensayos no solo representan una amenaza para la seguridad regional, sino que eleva la tensión con sus vecinos inmediatos, Corea del Sur y Japón, e impacta en la política de seguridad de EE.UU. en Asia-Pacífico. En respuesta, los ejercicios militares conjuntos entre Corea del Sur, Japón y EE.UU. se han intensificado, contribuyendo a la militarización de la región.
Corea del Sur, líder mundial en la producción de microchips, desempeña un papel clave en la economía global. Cualquier crisis política o incertidumbre en el país podría desestabilizar las cadenas de suministro, retrasar decisiones estratégicas, reducir inversiones extranjeras y alterar la producción de chips, afectando sectores como la automoción, la electrónica y la inteligencia artificial a nivel mundial.
Estas tensiones no solo amenazan la estabilidad regional, sino que tienen implicaciones globales, que abarcan desde la seguridad internacional hasta la economía tecnológica. La comunidad internacional, liderada por EE.UU., China y Japón, deberá manejar con extrema cautela este frágil equilibrio.
El conflicto en Myanmar, derivado del golpe militar de 2021, continúa intensificándose. Una reciente ofensiva rebelde ha logrado expulsar al ejército de varias zonas del noreste, mientras los combates en otras regiones se consolidan como la mayor amenaza para la Junta Militar. En el noreste, una coalición de tres grupos armados étnicos y fuerzas de resistencia ha cambiado el curso del conflicto, tomando ciudades clave, parte de una capital estatal y varios puestos fronterizos. China desempeña un papel crítico en la región, no solo por sus intereses estratégicos, sino también por sus esfuerzos para desmantelar centros de estafa en línea operados por redes criminales en el área del Mekong, lo que añade una nueva dimensión al conflicto. Myanmar enfrenta un aumento drástico de la pobreza, el desplazamiento interno de más de 2,5 millones de personas y la persistente crisis humanitaria de los rohinyás desde 2017.
UNIÓN EUROPEA
La guerra en Ucrania, provocada por la invasión rusa en 2022, sigue siendo un claro ejemplo de cómo los intereses geopolíticos pueden superar las normas internacionales. Las sanciones, los llamados a la negociación y la presión diplomática no han logrado detener el conflicto. Mientras tanto, la escalada armamentística y el apoyo militar internacional a ambas partes continúan alimentando un enfrentamiento que parece no tener fin. Aunque la situación sigue siendo crítica, el conflicto podría escalar o redefinirse dependiendo del equilibrio de poder en el este de Ucrania y de la posición de Rusia en 2025.
En este contexto, si las tensiones aumentaran, se podrían producir riesgos adicionales debido al uso de armas nucleares tácticas, lo que tendría consecuencias catastróficas a nivel global. Además, la prolongación del conflicto podría intensificar la crisis energética y alimentar el descontento social en Europa, debilitando la cohesión interna de la Unión Europea.
Por otra parte, las disputas entre Serbia y Kosovo siguen siendo motivo de preocupación, con tensiones latentes en los Balcanes. Un conflicto renovado en esta región podría desestabilizar la seguridad y afectar la integración de los países balcánicos en las instituciones europeas.
La influencia de actores externos como Rusia o Turquía podría agravar la situación, utilizando las tensiones como un medio para debilitar la influencia de la OTAN y la Unión Europea en la región.
La polarización en Europa del Este sigue intensificándose, con las influencias de Rusia y la OTAN generando fricciones en países como Moldavia, Bielorrusia y Georgia. En países con sistemas políticos frágiles, los cambios de régimen abruptos podrían desestabilizar aún más la región.
CÁUCASO
El Cáucaso sigue siendo un escenario estratégico clave donde los intereses de Rusia y la OTAN chocan profundamente. La disputa por el control de los recursos de petróleo y gas en el Mar Caspio es uno de los principales puntos de fricción. Rusia ha mantenido su influencia mediante los llamados «conflictos congelados», una estrategia destinada a asegurar su control político sobre la región y su infraestructura energética. Sin embargo, el cambio en la opinión pública armenia, que cada vez rechaza más la presencia rusa, ha abierto nuevas oportunidades para la OTAN, liderada por EE.UU., que busca aprovechar las transformaciones políticas en la zona.
La guerra en Ucrania ha desviado la atención de Moscú del Cáucaso Sur, incrementando su dependencia de Azerbaiyán y Turquía, el miembro más relevante de la OTAN en la región. Este acercamiento ha fortalecido las relaciones entre Bakú y Ankara, facilitando la expansión de la influencia de la Alianza Atlántica.
En este contexto, Irán, que observa con inquietud los cambios geopolíticos en la región, podría adoptar una postura más agresiva, aumentando la posibilidad de un conflicto directo. Las tensiones entre Armenia y Azerbaiyán podrían desencadenar un conflicto más amplio que involucre a potencias externas como Rusia, Irán o Turquía.
ORIENTE MEDIO

Ni Irán y sus aliados no estatales ni EE. UU. e Israel quieren una confrontación regional, pero hay muchas maneras de que la guerra entre Israel y Hamás desencadene una. En cierto modo, la guerra juega a favor de Irán. Ha congelado, por el momento, un acuerdo negociado con EE. UU. que no gustaba a Irán y por el que Arabia Saudí habría normalizado sus relaciones con Israel, enemigo acérrimo de Teherán.
También ha revelado el alcance del llamado eje de resistencia, un conjunto de grupos armados respaldados por Irán (Hezbolá en el Líbano, varias milicias en Irak y Siria, los Houthi en Yemen, más los grupos militantes palestinos Hamás y la Yihad Islámica), sobre los que Teherán ejerce diversos grados de control. Teherán acoge con satisfacción la oleada de ira dirigida contra Israel y Estados Unidos en todo Oriente Medio.
Israel- Palestina, la situación en Gaza sigue siendo un conflicto asimétrico profundamente arraigado en décadas de disputas territoriales, religiosas y políticas. La falta de avances en los procesos de paz y el bloqueo prolongado han llevado a un ciclo de violencia que parece interminable. La Comunidad Internacional, aunque consciente del problema, no ha logrado imponer una solución viable o sostenible. El programa nuclear iraní y las tensiones con Israel podrían dar lugar a enfrentamientos directos o a guerras por delegación.
En Yemen, aunque ha habido intentos de paz, la guerra civil sigue siendo un problema grave, con implicaciones para Arabia Saudita e Irán. El país continúa enfrentando una de las crisis humanitarias más graves del mundo, con más de la mitad de su población necesitando asistencia urgente. El conflicto armado, que comenzó en 2014, ha devastado la infraestructura del país y ha llevado a millones de personas al borde de la hambruna.
En los últimos meses, la situación se ha intensificado debido a la creciente participación de los hutíes, una milicia chií respaldada por Irán, que ha emergido como uno de los actores clave en el «eje de la resistencia» de Irán contra Israel, llevando a cabo ataques con misiles balísticos y drones contra objetivos israelíes y estadounidenses. En respuesta, Israel ha llevado a cabo bombardeos en Yemen, incluyendo ataques en el aeropuerto de Saná, que resultaron en la muerte de seis personas y 21 heridos. Estos ataques se dirigieron a infraestructuras militares utilizadas para el contrabando de armas iraníes. A pesar de los esfuerzos internacionales por mediar en el conflicto, la situación sigue siendo volátil, con continuos enfrentamientos y una población civil que sufre las consecuencias de años de guerra y privaciones.
En Siria, la estabilidad continúa siendo frágil, con múltiples actores regionales y globales luchando por el control. En este contexto, Turquía podría intensificar sus operaciones militares contra las comunidades kurdas en Irak y Siria.
ÁFRICA
Sudán y Sudán del Sur enfrentan situaciones complejas y conflictivas. En Sudán del Sur, la guerra civil que comenzó en 2013 terminó en 2020, pero el país sigue padeciendo la violencia étnica y los desplazamientos masivos. En Sudán, el conflicto interno ha causado la muerte de miles de personas y el desplazamiento de más de 10 millones.
Los conflictos internos y fronterizos entre ambos países, exacerbados por factores tribales y recursos naturales, podrían intensificarse.
El Sahel se enfrenta a una de la crisis humanitaria más graves del mundo. La combinación de conflictos armados, intervención de grupos terroristas, pandemia y crisis climática ha aumentado los niveles de pobreza y hambruna en la región. Según Naciones Unidas, más de 15 millones de personas en Malí, Níger y Burkina Faso necesitarán asistencia humanitaria este año.
La situación es especialmente crítica para las mujeres y los niños, quienes enfrentan violencia sexual, abusos y explotación. El Sahel es una de las regiones más afectadas por el cambio climático. Las temperaturas en la región han aumentado 1,5 veces más rápido que la media mundial, lo que ha provocado sequías e inundaciones más frecuentes e intensas, provocando la pérdida de tierras cultivables, así como, la escasez de agua y alimentos, exacerbando las tensiones existentes y los conflictos por recursos. ACNUR y UNICEF han intervenido con programas de asistencia sanitaria.
Etiopía es un país con una población de 104,082,000 personas y una economía que enfrenta una alta deuda pública y un Índice de Desarrollo Humano (IDH) bajo, lo que indica que los habitantes del país tienen una calidad de vida relativamente baja. La situación en el país es compleja. El conflicto en la región de Tigray ha sido especialmente sangriento, con más de 600.000 muertos y miles de desplazados internos. La Comisión Internacional de Expertos en Derechos Humanos sobre Etiopía han reportado violaciones graves de derechos humanos y agresiones sexuales. La guerra ha exacerbado la crisis humanitaria, con escasez de alimentos y una crisis de refugiados. La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que en lo que va de 2024, Etiopía ha registrado 4,773,900 casos nuevos de malaria y 918 muertes, lo que representa un aumento
En la República Democrática del Congo (RDC), los enfrentamientos armados continúan desplazando a miles de personas, agravando una situación ya de por sí compleja. La intensificación de la violencia y los conflictos armados ha obligado a más de 600.000 personas a abandonar sus hogares. En las provincias de Ituri, Kivu del Norte, Kivu del Sur y Tanganyika, casi seis millones de personas se han visto desplazadas debido a la inseguridad y a los ataques de grupos armados irregulares.
La crisis humanitaria en la RDC es crítica, con 25,4 millones de personas que requieren asistencia humanitaria urgente. La falta de recursos y el deterioro de las condiciones de vida han dejado a muchas personas completamente dependientes de la ayuda internacional para cubrir sus necesidades básicas. Los ataques perpetrados por grupos armados y, en ocasiones, por las fuerzas de seguridad han exacerbado la crisis, resultando en miles de civiles asesinados, heridos o secuestrados. Además, la violencia sexual y de género representa un problema alarmante, con más de 38.000 casos reportados en la provincia de Kivu del Norte solo durante el primer trimestre de 2024.
En un intento por abordar las atrocidades cometidas en el país, en mayo de 2024 la RDC remitió varios casos a la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI), solicitando la investigación de presuntos crímenes perpetrados por grupos rebeldes respaldados por Ruanda en la provincia de Kivu del Norte.
AMÉRICA LATINA
A pesar de la presencia de fuerzas internacionales lideradas por Kenia, la situación en Haití sigue siendo extremadamente compleja debido a la violencia de las pandillas. Esta problemática, sumada a la inestabilidad política, continúa siendo una preocupación de alcance regional.

Haití atraviesa una grave crisis de seguridad y humanitaria, marcada por la violencia de las pandillas, que afecta profundamente todos los aspectos de la vida cotidiana. En junio de 2024, un contingente inicial de 400 policías kenianos llegó al país con la misión de apoyar a las autoridades locales en su lucha contra el crimen organizado. Sin embargo, la violencia no ha disminuido. En diciembre de 2024, el barrio de Wharf Jérémie, en Puerto Príncipe, fue escenario de una masacre que dejó entre 180 y 300 muertos, perpetrada por una pandilla como represalia por supuestos ritos de vudú. Además, los ataques e incendios en hospitales han agravado la ya precaria situación del sistema de salud en la capital.
La comunidad internacional ha manifestado preocupación por la efectividad de la misión keniana. Aunque se han anunciado refuerzos, incluyendo otros 600 policías, la violencia persiste, generando frustración entre la población haitiana debido a la falta de resultados concretos.
Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la violencia de las pandillas en Puerto Príncipe no solo continúa, sino que se está extendiendo a otras provincias. Más de 70.000 personas han sido desplazadas, viéndose obligadas a abandonar sus hogares en busca de seguridad. Paralelamente, la crisis alimentaria se intensifica rápidamente: alrededor de 2 millones de personas (18% de la población) enfrentan niveles críticos de hambre, incluidas más de 34,500 mujeres embarazadas. Cerca de 59.000 mujeres gestantes enfrentan hambre en niveles de crisis debido al asfixiante control de las pandillas sobre Puerto Príncipe y sus alrededores.
El nivel de inseguridad y brutalidad que enfrentan mujeres y niñas en Haití no tiene precedentes, incluyendo la violencia sexual. Alrededor del 94% de ellas están en riesgo de sufrir violencia de género debido a las severas limitaciones en el acceso a servicios sociales y de protección.
En Venezuela, las tensiones internas y las sanciones internacionales siguen impactando gravemente su estabilidad. La nación enfrenta una profunda crisis política y social, intensificada por la controversia en torno a las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024. El presidente Nicolás Maduro, quien aspira a iniciar un nuevo mandato el 10 de enero de 2025, ha sido acusado de fraude electoral por la oposición y diversos actores internacionales. En respuesta, el chavismo ha incrementado las medidas de seguridad para garantizar la toma de posesión de Maduro, incluyendo patrullajes reforzados y el despliegue de unidades militares.
Simultáneamente, el gobierno ha emitido una orden de arresto contra Edmundo González Urrutia, diplomático venezolano y principal contendiente de Maduro en las elecciones, ofreciendo una recompensa de 100.000 dólares por información que facilite su captura. González, actualmente exiliado en España, es reconocido como presidente electo por algunos países, como Estados Unidos, y ha anunciado su intención de regresar a Venezuela antes.
En el ámbito interno, la oposición, liderada por figuras como María Corina Machado, ha llamado a la movilización y la resistencia, denunciando la falta de transparencia en el proceso electoral y la represión gubernamental, que ha resultado en millares de arrestos. Por su parte, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) ha organizado manifestaciones masivas de apoyo en torno al acto de investidura de Maduro, mientras el gobierno intenta consolidar su posición liberando a algunos presos como estrategia para obtener respaldo interno.
Crimen organizado en México y Centroamérica
Los altos niveles de violencia vinculados al narcotráfico y al crimen organizado representan un problema persistente en la región. En Centroamérica, los habitantes identifican el crimen, especialmente la violencia criminal, como uno de los desafíos más apremiantes que enfrentan sus países. Si bien esta violencia se atribuye en gran medida al aumento del tráfico de cocaína, la realidad es mucho más compleja de lo que comúnmente se percibe.
México, conocido como el país de los cárteles, ilustra esta problemática de manera emblemática. En el 40 % de sus estados, el territorio está completamente dividido entre uno o varios grupos del crimen organizado. Informes de inteligencia militar revelan que más de 80 grupos delictivos y 16 bandas operan en el país, generando un entramado de alianzas que han fortalecido a ciertos cárteles. Sin embargo, estas alianzas no han eliminado las disputas, ya que los cárteles continúan luchando ferozmente por el control de mayores extensiones de territorio.
Anexo 1
Elecciones programadas para 2025
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