Bienvenidos, el musical de los 80 y 90

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No se deben perder los sueños

Te pido que no dejes tocar. Que no dejen de sonar aquellas, hoy viejas canciones, de la Movida, de los años 80 en las que, en sus letras y músicas, había una reivindicación social, una forma diferente de ver las cosas y de establecer las relaciones humanas, un deseo de sobresalir después de muchos años de represión cultural, de ser modositos, de volver a casa a las diez de la noche, de reunirse familiarmente los domingos ante un pollo asado, que era el manjar por excelencia. Después llegó la paella.

Ciertamente aquellos años, después de la transición, se recuerdan como un auge artístico sin precedentes, donde jovencísimos creadores no tenían pelos en la lengua para decir lo que pensaban, para expresarse libremente, para sacar los pies del tiesto.

Y quedaron en la memoria colectiva, pinturas icónicas, fotografías de la realidad en detalles pequeños, montajes teatrales arriesgados y vanguardistas, performances incomprensibles, cine de guion escrito a mano y cámara en el hombro, transgresoras danzas, canciones donde no importaba tanto la buena voz de los cantantes, pero sí la rotura desgarrada de esa voz, la cotidianidad de lo nuevo, dejar de ser esclavos del silencio.

Así, surgieron grupos como Los secretos (fueron los primeros), Mecano, Alaska y los Pegamoides, Tequila, Hombres G, Radio Futura, Nacha Pop, Los Rebeldes… la lista aquí sería excesivamente larga, y estas bandas no se permitían detenerse, salían de las sombras de la dictadura, buscaban en la tristeza y en la desgracia la alegría, los motivos para emocionarse y creer en sí mismos.

Aquello conllevó también otra realidad más dura, la del consumo de estupefacientes, las drogas, el alcoholismo menos, porque ya estaba instaurado suficientemente, pero la mezcla de ambas cosas fue una bomba que estallaría cobrándose un buen número de gente joven que no supieron ponerle coto a esos excesos. Del mismo modo, la casposa ideología sobre el sexo empezó a desmoronarse y se empezó a salir del armario, a notar el crujido de los huesos con experiencias sensuales y saber que nada pertenecía a nadie y no se debían perder los sueños.

Ahí es donde entronca este musical, Bienvenidos, (haciendo alusión al concierto del gran Miguel Ríos, Rock and Ríos), y donde con una historia, quizás previsible y poco literaria, pero realista, en la que cuatro amigos deciden unirse para formar una banda que pretende triunfar o, al menos, hacerse un hueco en la vorágine de tantos grupos emergentes de aquella época. Con sus temores y sus afanes, en la esperanza de dejar de ser maniquíes de lo que la sociedad y la familia pretendía.

No deja de ser un buen acicate este montaje para reunir un puñado de canciones que nos sabemos de memoria, para constatar que la música sigue reuniéndonos en torno a unos ideales, porque esas canciones permanecen hoy en día en todos nosotros, y nos remueven, y nos hacen saltar y bailar, sin que se nos quiebre la cadera a algunos que ya estamos en edad provecta (bueno, exagerando un poco), y que sigamos emocionándonos con aquellos estribillos, con aquella chica de ayer, bailando todo el día, déjame y salta, porque hoy no me puedo levantar antes de que salga el sol.  Bienvenidos.

FICHA ARTÍSTICA

BIENVENIDOS

Dirección: Víctor Páez

Dramaturgia: Fran Expósito

Elenco: Alba Bereijo, Alba Navarro, Álvaro Prieto, Jairo Sando, Ginés Vargas, Irene Núñez

Producción: La Opción Producciones

Espacio: Espacio Madriz

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