La voz de los poetas
Hace muy pocos días, en un artículo que me pidieron, hablaba de la necesidad de dar voz a la literatura. Y creo que la mejor forma de hacerlo, además de dar recitales y, por supuesto, representar obras de teatro, es dramatizar esos poemas, darles forma escénica, que se conviertan en algo más que palabras dichas por poetas que leen sin emoción, aunque pretendan darle ritmo. Es cada vez más importante, (y necesario), que esos poemas, esos versos contundentes adquieran consistencia, sentido, fuerza, que se expresen también con los tonos de la voz, con el cuerpo, con el sudor, incluso con escenografía, vestuario… y, por supuesto, iluminación, música, seguimiento de una trama, aunque el tema no sea único.
Así nos lo presenta un gran poeta, Andrés Izu, que pone en escena, literalmente, su último poemario Ra[d]ial. Realiza una puesta en escena con la gran herramienta de su voz, y de su cuerpo. Y, por supuesto, con el contenido de sus poemas, sociales, personales, en algunos momentos distópicos, que nos muestran una realidad en muchos casos corrompida, junto con los sentimientos propios y ajenos, una mirada a la actualidad del ser humano, de la persona trabajadora, de la que tiene miedos, de la que viene huyendo, de la que se esconde de los dinosaurios del pasado que, después de 85 años, siguen existiendo. No se extinguen, no, sino que incluso procrean, y nuevos vástagos vestidos de democracia nos la intentan meter doblada.
Ra[d]ial es un libro de poemas y una representación teatral con todas las características de un monólogo que es todo músculo, que es voz, que es víscera, que son entrañas, pero acompañadas de luminosidad, de lucha, de espíritu combativo.
“Es odio donde cubre, hace tiempo que no hago pie”, este epígrafe abre y cierra este espectáculo de sobresaliente, para eclosionar en nuestros corazones. Para hacernos contemplar, desde nuestra butaca de espectadores insulsos, que la masa se mezcla con los pronombres propios, que normalizamos lo que debiera alertarnos, que asusta lo que desconocemos y por eso lo negamos, que los algoritmos marcan nuestro destino.
Tenemos enfrente a un gran poeta y a un gran intérprete, Andrés Izu, nacido un 16 de junio, varón blanco, caucásico, heterosexual… que vivía cerca de una cárcel y eso se ha quedado impregnado en todos los vecinos. Que se erige en testimonio de los últimos 45 años, los suyos, que son los nuestros, que construye un edificio poético como si fuese una corrala, para compartir descansillos, que traza una línea, no tan imaginaria, entre los buenos sentimientos de casi todos y el odio ancestral de unos pocos.
Aquellos maravillosos años de inocencia y miedo, de silencio y sumisión, de sagrada familia, hasta que nos perdíamos en el laberinto de la libertad que nunca conseguimos, pero también nos enseñaron que la esperanza es lo último que se pierde.
La voz de la literatura sale a escena, la voz de los poetas, de este poeta inmenso, y la de los que nos cuentan sus intimidades, sus amores, sus infidelidades, sus frustraciones, sus deseos, sus miedos, sus desgracias… lo que queda fuera de plano y ahora entra en un escenario, porque… si ya no se lee, o cada vez menos, que por lo menos nos lo cuenten, nos lo digan, nos lo reciten, nos lo interpreten, aunque al final no sepamos si esto es un poema, una función teatral o un modo como otro cualquiera de matar al tiempo.

FICHA ARTÍSTICA
RA[D]IAL
Texto: Andrés Izu
Dirección: Andrés Izu
Elenco: Andrés Izu
Espacio Sonoro : Sendoa Bilbao
Fotografía y tráiler: Jorge Sánchez Casero.
Diseño Cartel: Sendoa Bilbao
Espacio: Sala Tarambana
1 comentario
Una gran reseña para un magnífico espectáculo de poesía y expresión corporal y teatral