Quijotes y Sanchos

No te tumbes en la hierba a descansar, pues la humedad te castigará los huesos, pero has de contemplar los atardeceres como quien lee un verso de amor.
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El inicio de un camino

Todos, en algún momento de nuestra vida, nos hemos sentido un poco Quijote y, también, un poco Sancho. Y hemos querido realizar viajes a lo desconocido, a enfrentarnos a las injusticias, a conquistar los favores de una bella dama a través de nuestras hazañas. O, por el contrario, hemos preservado cierto temor a lo desconocido, a que se burlen de nosotros, pero eso sí, con el aliciente de encontrar una ínsula donde nos dejen en paz y hacer lo que más deseamos, o sea, nada.

Pues lo que nos proponen [los números imaginarios] no es más que un inicio de un camino donde podamos sentirnos un poco Quijotes y Sanchos, en función de nuestra gallardía, de nuestro atrevimiento, de nuestro acomodamiento.

En el Día Internacional del Teatro, su apuesta teatral es itinerante, sin público, sin escenario, sin iluminación técnica, pero siendo nosotros los protagonistas convertidos en Quijote, transformados en Sancho, según nuestro estado de ánimo.

Y también, en paralelo, igual que renunció Don Alonso Quijano al ama, a la sobrina, a las doctrinas del cura, a las recomendaciones del barbero, dejándolo todo, Carlos Tuñón, en la dirección y él mismo con Gon Ramos, Luis Sorolla y un japonés anónimo, a modo de Cide Hamete Benegeli, nos proponen salir por esos caminos de la ciudad, a la aventura, dispuestos a encontrarnos con gigantes, con cuerdas de presos, con leones, con venteros y otros personajes de novelas dentro de la novela. Nos proporcionan un viejo walkman, que sería a modo de Rocinante, unos cascos, y mientras escuchamos voces en nuestro interior, la del propio Quijote, la de Sancho, la de Maritornes, la de actores y actrices que nos van contando las batallas, iremos rememorando la Primera Parte de Don Quijote de la Mancha, publicada en 1605.

Nos aconsejan apagar el móvil para aislarnos realmente y saborear la identidad de ambos personajes. Sin embargo, yo lo mantuve en la mano y fui sacando fotografías de los diferentes sitios por los que pasé, rincones en los que anteriormente no había reparado. Y he decir que, entre el texto escuchado, los ruidos de la cinta de casete, y lo que iba fotografiando, me enfrenté a singulares batallas, y caballeros y damas con diversas y peculiares intenciones.

Así, recalé en una esquina de “@vivafrutaputa”, topé con un gigante mastodonte de 4 pisos en pleno Lavapiés, con una destacada puerta con sus aldabas doradas, ante una reja que bien pudiera ser cárcel o jaula de león, me di de bruces, sin subirla, con La escalera de Jacob, hice un alto en el camino en la venta llamada La taberna de al lado, y se me aparecieron los sabios y magos Picasso, el actor Pepe Isbert, y hasta el mismísimo José de Churriguera, que venía siguiéndome los pasos. También pude apreciar el principio del siglo XX en una casa con su portería de entonces, un balcón por donde antes se echaban las aguas y ahora piden que al pie de su casa no haya ruidos, ni basuras, ni sirva de vertedero por personas mal encaradas. Saludé a un farolero en bronce, que aún no empezaba su jornada, estuve frente a un palacio que bien pudiera ser de la Dulcinea amada, y sacié mi sed en la fuente de Orfeo que tocaba su lira mientras iba en busca de Eurídice que le esperaba.

Algún japonés encontré y, posiblemente, me desvelara esas palabras de locura que transforman la realidad, que hasta los golpes siento en mi propia cara, y necesito refrescarme de nuevo en la tasca de Antonio Sánchez, que dicen que tiene sus puertas abiertas en Mesón de Paredes desde 1787.

Pero, al dar la vuelta a la cara B de la cinta, es necesario regresar al Umbral de la Primavera, que es donde teníamos posada, para dar buena cuenta de tantas hazañas y desventuras acabadas sin daño, por no meter la pata.

Ha sido un viaje infinito, tanto de Sancho como de don Quijote, el viaje enésimo de Quijotes sin mancha, el viaje anodino y obligado de Rocinante, el viaje impertérrito de Dios, el viaje inmisericorde del alma y la llegada al fin (que no es tal llegada), es parada y tránsito, es espera, es un minúsculo momento de esperanza.

Y el viaje empezará de nuevo y volverá a quedarse sola la plaza, la del lugar que Cervantes no quería acordarse, echando de menos a ese caballero andante, el de la triste figura, que tanto nos representa y del que todos hablan sin haberlo leído siquiera, que eso sí tiene mérito y lo demás son bobadas.

Acompáñame, Sancho, por estos sinuosos caminos del desconsuelo, ven conmigo a ver a mi Dulcinea y, en el fondo de la cueva de Montesinos, dame la mano de tu fuerza y el silbido de tu melodía infantil.

No te tumbes en la hierba a descansar, pues la humedad te castigará los huesos, pero has de contemplar los atardeceres como quien lee un verso de amor.

Llora, si es necesario, para espantar el miedo, y no pronuncies palabras soeces que no tienen significado.

No te daré nada a cambio, ni ínsulas ni nada. Forjarás tus sueños sin cumplirlos. Como los míos, pero haremos que otros se ilusionen en su imaginación, y lo sepan ver con su propia mirada.

FICHA ARTÍSTICA

QUIJOTES Y SANCHOS

Una travesía audio guiada de [los números imaginarios] producida por Bella Batalla y el Teatro de La Abadía.
Dirección: Carlos Tuñón
Dramaturgia: Gon Ramos, Luis Sorolla, Carlos Tuñón y un anónimo japonés.
Caminante: Alberto Morate, en este caso

Producción: Nacho Aldeguer
Colabora: Esto Podría Ser
Asociada: Umbral de Primavera
Cómplice: Factoría Jarana

Espacio: Las calles de Madrid

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