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ETA, Hamas e Israel

Las palabras de Pedro Sánchez, susurradas al oído por Zapatero, aconsejando a Israel, en el conflicto palestino-israelí, aplicar la política antiterrorista seguida en España contra ETA, solo vienen a señalar la necesidad del diálogo final cuando los terroristas ya están vencidos.
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Aproximaciones al conflicto palestino.

 El terrorismo como herramienta para la consecución del Estado Palestino.

Rafael Vera

El terrorismo ha sido utilizado por diversos grupos como herramienta para alcanzar objetivos políticos, territoriales o ideológicos. Dos ejemplos destacados de este fenómeno son ETA (Euskadi Ta Askatasuna) y Hamas, organizaciones que han recurrido a la violencia en contextos muy distintos, pero con ciertas similitudes en cuanto a sus métodos y motivaciones.

ETA, en sus comienzos, fue una organización separatista que operó principalmente en nuestro país. Su objetivo prioritario era la independencia del País Vasco, a través de la alternativa KAS, y para ello llevó a cabo una cruel campaña de atentados, secuestros y asesinatos que marcaron profundamente la historia reciente de España. Aunque comenzó como un movimiento de resistencia contra la dictadura, con la llegada de la Democracia sus acciones se volvieron indiscriminadas, afectando a civiles, a políticos y muy especialmente a los miembros de los Cuerpos de seguridad y de las Fuerzas Armadas.

Hay un punto de encuentro de ETA con el exilio de los palestinos, en los tiempos de la organización político-militar Al-Fatah, fundada por Yasser Arafat en 1.958, y que años después constituyó el componente principal de la Organización para la Liberación de Palestina que se creó ya en 1.964. Ese punto de encuentro físico fueron los campos de refugiados palestinos de Sabra y Shatila en El Líbano, en los que miembros de ETA recibieron entrenamiento y formación en tácticas de guerrilla, manejo de explosivos y armas, y técnicas de clandestinidad. Allí, coincidieron con otros grupos terroristas europeos, como el IRA de Irlanda del Norte o las Brigadas Rojas italianas, también buscando apoyo logístico y entrenamiento. He aquí una referencia destacada por el Real Instituto Elcano: La experiencia de ETA, adquirida en aquellos campos de entrenamiento, fue fundamental para su campaña de atentados de los años 80”. (Documento de trabajo del 12/2004) Estos antecedentes, en mis tiempos de Interior, ya los manejaban los servicios de información.

Los graves incidentes que se produjeron durante la Vuelta Ciclista a España de este año, especialmente motivados por la participación del equipo Israel-Premier Tech y el contexto del conflicto en Gaza, empezaron cuando la vuelta llega al Pais Vasco. La etapa 11, con final previsto en Bilbao, fue la primera en verse seriamente afectada por las protestas propalestinas. Miles de personas, convocadas por la plataforma Gernika-Palestina se manifestaron, invadiendo la calzada, llegando a poner en riesgo la seguridad de los ciclistas. Las protestas culminaron con la suspensión de la última etapa en Madrid.

El recuerdo, más allá de la protesta razonable y ordenada por la guerra en Gaza, de los viejos tiempos de colaboración y simpatía de grupos terroristas palestinos e islamistas con ETA, estuvo presente en aquellas algaradas, perfectamente orquestadas y enardecidas al viejo estilo de la “kale borroka”.

Por otro lado, Hamás es un movimiento islamista fundado en 1.987 al hilo de la Intifada y que ha logrado una importante legitimación entre parte de la población palestina al combinar actividades políticas, sociales y militares. Considerado como grupo terrorista por muchos países. Hamás ha llevado a cabo numerosos ataques contra Israel, incluyendo atentados suicidas, lanzamiento de cohetes y enfrentamientos armados. Su lucha se enmarca en el conflicto palestino-israelí, y su objetivo la creación de un estado islámico en la región.

Ambos casos reflejan cómo el terrorismo puede surgir en contextos de conflicto prolongado, aunque sus ideologías y escenarios son muy diferentes. Aquí termina ese paralelismo entre ambos grupos: ambos comparten el uso de la violencia como medio para alcanzar fines políticos. Los escenarios de sus atentados, y la evolución de dichos escenarios, ha variado sustancialmente.

ETA dejó una huella imborrable en la sociedad española, especialmente en el País Vasco. Sus campañas de violencia, que incluyeron más de 800 asesinatos, muchos de ellos sin juzgar, atentados con bombas, secuestros y extorsiones, generaron un clima de miedo e inseguridad durante décadas, que además intentaron sabotear el tránsito a la democracia.

La sociedad vasca se dividió entre quienes apoyaban, justificaban o simpatizaban con los fines de ETA y sus métodos, otros no tanto con los métodos, y quienes condenaban rotundamente tanto sus métodos como sus objetivos. Esto generó tensiones familiares, comunitarias y políticas. Muchas personas vivieron bajo presión para no expresar opiniones contrarias a ETA por miedo a represalias. El “miedo al entorno” fue una constante en pueblos pequeños y zonas rurales.

Las víctimas del terrorismo de ETA han luchado por el reconocimiento, la justicia y la reparación. Su sufrimiento ha sido clave en la construcción de una memoria colectiva que rechaza la violencia como medio político. La existencia de otras víctimas, las que denomino “colaterales”, no ha recibido una respuesta cumplida y necesaria, ni de los gobernantes ni de la opinión pública. Pasa el tiempo, y muchos desesperanzados o fallecidos, siguen sufriendo su entrega sin condiciones al combate contra ETA.

El fin de ETA, en 2018, a mi juicio fue incompleto, aunque la política vasca evolucione hacia la normalización, el arrepentimiento y la petición de perdón siguen ausentes.

Hamás, como actor político y militar en Palestina, ha influido profundamente en la vida cotidiana de los habitantes de Gaza y Cisjordania, así como en la sociedad israelí. Su confrontación con Israel ha generado ciclos de violencia que afectan a millones de personas.

En Gaza, la presencia de Hamás ha implicado una fuerte militarización de la sociedad, con infraestructura bélica integrada en zonas urbanas, lo que ha expuesto a la población civil a constantes riesgos. Algo buscado por los dirigentes de Hamás, que ha utilizado a la población civil como escudos humanos.

Los enfrentamientos con Israel, especialmente durante las guerras y bombardeos, han provocado miles de muertes, grandes desplazamientos y destrucción de viviendas e infraestructuras, y un deterioro gravísimo de las condiciones de vida.

Hamás ha promovido una narrativa de resistencia frente a la ocupación, que ha calado en sectores de la población palestina. Sin embargo, también ha sido muy criticado por reprimir la disidencia interna y limitar libertades.

La sociedad israelí ha vivido bajo la amenaza constante de ataques con cohetes y atentados, lo que ha generado miedo, trauma colectivo y políticas de seguridad cada vez más estrictas. Los ataques del 7 de octubre contra Israel, la llamada “Operación de Inundación de Al-Aqsa”, por los palestinos fueron una serie de ataques coordinados realizados por Hamás desde la Franja de Gaza en zonas fronterizas con Israel. Los ataques se alargaron durante dos días, y desembocaron en la guerra de Gaza y en la sangrienta respuesta de Israel. Comenzaron por sorpresa, con al menos una andanada de 5000 cohetes y varias incursiones de grupos armados de milicianos palestinos hacia el territorio de Israel. Los milicianos palestinos, después de traspasar la barrera Gaza-Israel, atacaron y capturaron bases militares y masacraron a civiles de las comunidades vecinas. También tomaron como rehenes tanto a soldados como a civiles, incluidos mujeres y niños, a los que trasladaron a la Franja de Gaza.

El ataque supuso para Israel la muerte de 1,195 personas y la captura de 251 más. Estos últimos, en calidad de rehenes. Fue la primera y única vez en la historia que Israel perdió el control de parte de su territorio durante un periodo prolongado de tiempo.

El ataque de Hamás del 7 de octubre reveló fallos graves en los servicios de inteligencia de Israel, considerados históricamente entre los más sofisticados del mundo. Estos errores no solo permitieron una incursión masiva y sorpresiva, sino que también provocaron una crisis política y social interna que seguirá repercutiendo en el país.

Subestimaron a Hamás. Durante años, el gobierno y los servicios de inteligencia israelíes asumieron que Hamás no tenía interés en una guerra total. Esta percepción errónea llevó a una relajación en la vigilancia y preparación militar. Egipto y EE.UU. habrían advertido a Israel sobre una posible ofensiva. Además el Shin Bet detectó actividades sospechosas horas antes del ataque, pero un fallo en el sistema interno de la policía impidió que la alerta se procesara a tiempo.

Israel confió en sus sistemas automatizados de defensa y vigilancia, pero Hamás logró inutilizar cámaras, hackear sistemas y usar tácticas inesperadas como parapentes para infiltrarse.

La respuesta inicial fue caótica. Civiles armados acudieron por su cuenta a zonas de combate, evidenciando la ausencia de una reacción organizada por parte del ejército. En aquellos errores, y en la necesidad de tapar lo evidente, reside en buena medida la reacción desmedida del gobierno israelí y de su ejército: recuperar el prestigio de los servicios de inteligencia, de los militares y del control sin piedad de los palestinos.

Las palabras de Pedro Sánchez, susurradas al oído por Zapatero, aconsejando a Israel, en el conflicto palestino-israelí, aplicar la política antiterrorista seguida en España contra ETA, solo vienen a señalar la necesidad del diálogo final cuando los terroristas ya están vencidos. Algo hay que decir, pero la distancia entre un conflicto y otro es abismal.

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