Queridos Discrepantes,
Encendamos los motores del séptimo arte para ofreceros un análisis cargado de sentimentalismo. Y es que quienes estamos enamorados del cine y del buen gusto audiovisual tenemos cierta inclinación hacia el romanticismo, el onanismo lingüístico y el fanatismo en grandes dosis. Haciendo un paralelismo culinario: somos de buen comer, y cuando encontramos un plato que nos gusta… solemos repetir.

Y eso es exactamente lo que ocurre con Daredevil: Born Again, un plato cuyos ingredientes creíamos conocer (¡ilusos nosotros!).

Transformar el sabor rotundo de un producto ibérico como lo fue la serie original —fruto de la gran asociación entre Netflix y Marvel— parecía casi imposible. Pero Disney, que últimamente estaba siendo subestimada, sacó un as de la manga. Tras aplicarse una necesaria autocrítica, aprovecharon las virtudes del pasado de esta serie y las mezclaron con un nuevo enfoque, aportándole personalidad propia. ¿El resultado? Una versión más grande y “mejorada” de Daredevil, que se posiciona como una de las propuestas más sólidas dentro del universo cinematográfico de Marvel.

Un diablo con nueva cara

Con ideas interesantes y un pequeño bache narrativo a mitad de temporada, la serie se coloca la máscara de un diablo sediento de venganza y colmado de ira.

¿Por qué es tan hipnótica esta serie?
La respuesta rápida: Vincent D’Onofrio. Su interpretación de Wilson Fisk (Kingpin) es un canto de cisne brutal, digno del clásico enemigo de múltiples superhéroes marvelitas.

La respuesta larga: el componente psicológico.
La serie, fiel al espíritu del cómic de Frank Miller, es un viaje intenso y devastador a la mente de Matt Murdock.

Catolicismo, culpa y caída al abismo

En Born Again, Matt no solo pierde cosas materiales como su casa o su carrera. Pierde su identidad.
Los villanos no atacan con rayos ni varitas mágicas: atacan lo que Matt representa como abogado y como vigilante. Lo arrastran al borde de la locura. Y con ello, a nosotros.

El catolicismo no es un adorno aquí: es el motor de su conflicto interno.
La culpa lo consume y lo hace cuestionarse si merece redención, si su cruzada es justicia… o solo dolor.

A medida que su mundo se desmorona, también lo hacen sus máscaras, y con ellas, el sentido mismo de la justicia. ¿Es Daredevil un héroe o un mártir con complejo de culpa?

El golpe maestro de Fisk

Wilson Fisk no necesita poderes para destruir a Daredevil.
Le basta con el miedo, el aislamiento y la desinformación. Es un ajedrez psicológico donde la fuerza se mide en control emocional, no en puños.

La redención a través del sufrimiento

Lo más potente de Born Again es que Matt renace después de tocar fondo.
No hay una gran victoria épica. Hay pequeños gestos de humanidad, de fe y de esperanza. Su viaje es casi bíblico: muere simbólicamente… y resucita como alguien más completo.

¿Y por qué deberías verla tú?

Porque Daredevil: Born Again habla de redención, de identidad, de fe y de lucha interior.
Porque te devolverá la fe en las adaptaciones comiqueras.
Porque tiene acción, oscuridad, dilemas morales… y un justiciero ciego que te ve más claro que tu oftalmólogo.

Así que ya sabes: ponte cómodo, abre los ojos… y prepárate para ver con el corazón.
¿Que no te convence? Al menos aprenderás que no necesitas ser muy alto de miras para repartir justicia (ni palizas).

Puntuación: 8/10

Te gustará si: disfrutaste de la adaptación anterior de Netflix.
No te gustará si: te aburre todo lo relacionado con superhéroes y estás muy ocupado con tu metamorfosis kafkiana.
Lo mejor: Vincent D’Onofrio.
Lo peor: se le notan las costuras en algunos tramos debido a los (necesarios) reshoots.