Los aranceles se inventaron para proteger las economías locales, a la vez que son un ingreso para el recaudador. En Diccionario de Economía (Alianza Editorial) se define que el arancel de aduanas “Protege la producción nacional, y de su aplicación se derivan ingresos para el presupuesto”, obra dirigida por un progresista Ramón Tamames y publicada allá por 1988. En su breve definición se señalan los dos efectos principales que provocan los aranceles: proteger la producción nacional frente a la competencia extranjera y producir ingresos para el Estado, como cualquier impuesto público.
A mediados del siglo XX se crea la Comunidad Económica Europea para eliminarlos paulatinamente entre sus países miembros, creando un área de libre comercio que aspiraba a ser más que solo una unión económica. Comienza la construcción de la Unión Europea como zona libre de aranceles que fuera creando también una armonización económica, política y social. Década a década, las diferencias salariales y de derechos sociolaborales se fueron reduciendo entre los países miembros de la Unión. Fue positivo para el desarrollo del conjunto, no exento de desajustes. El objetivo de la armonización y de reducir los desajustes obligó a la creación de múltiples normas reguladoras para compensar las diferencias entre países. Por ejemplo, la Política Agraria Común (PAC), creada nada menos que en 1962, regula todo lo que se puede o no producir en cada país, es una planificación económica estricta, hasta unos niveles más propios de una economía planificada que del libre mercado capitalista.
Las uniones de libre comercio producen, entre otros efectos, una acelerada especialización económica. Visto en perspectiva histórica, esa mini globalización europea ha sido beneficiosa para el conjunto de sus países miembros, para el desarrollo del Estado social y para las clases trabajadoras de la Unión. Pero ¿qué pasa si creamos zonas de libre comercio, sin aranceles, por ejemplo con Marruecos y más aún con el resto de África y Asia? La economía agraria e industrial de España y buena parte de la UE desaparecería ¿Puede competir una empresa agrícola o industrial española con una marroquí que paga a sus empleados una quinta o sexta parte por su trabajo? Imposible. Incluso si miramos el salario medio en 2024: en España es de 1.323 euros, en Marruecos 288. Por no hablar del volumen de la economía sumergida en ambos países, más del triple en Marruecos según algunos estudios, ni de los controles sobre el uso de plaguicidas, herbicidas, etc.
¿Qué ha pasado en el mundo desde los pasados años setenta? Estados Unidos lanzó la eliminación de aranceles como parte de las estrategias dominantes del neoliberalismo. El tándem ultraliberal Reagan-Thatcher propuso la eliminación de aduanas económicas y la reducción de los Estados al mínimo posible. Los controles fronterizos solo para evitar la emigración masiva. Todo el poder para las empresas. Las más grandes se comerán a las pequeñas, las economías fuertes a las débiles. En el corto plazo los Estados fuertes, norteamericano, británico, occidentales, aumentaron su poder.
Hay que hacer un inciso para explicar la globalización. Como proceso de intercomunicación mundial, es un fenómeno histórico natural: mestizaje, fusión y contaminación entre culturas, economías, tecnología… Es un proceso que se ha dado lenta y paulatinamente desde siempre en la historia de las civilizaciones. El incremento constante del comercio y la comunicación entre países y continentes conllevó beneficios culturales y para el avance de la ciencia, y perjuicios para las sociedades más simples y minoritarias, muchas han desaparecido.
Pero la globalización moderna aceleró enormemente estos procesos, hasta el punto de que podemos decir que la globalización neoliberal imperante desde los años setenta/ochenta es un proceso nuevo, diferente a lo que había existido, que quiere imponer sus reglas de mercado como únicas. En los años 70 las teorías de Milton Friedman y de la Escuela de Chicago se extendieron y de los nuevos lobbies norteamericanos e internacionales. Propuestas neoliberales que triunfan en los años 80 y se imponen como hegemónicas a nivel mundial, partidarias de la globalización, la desregulación de los mercados y la flexibilidad laboral: menos normas, menos rigideces comerciales y menos regulaciones a todos los niveles, que incluye libertad de despido, menos derechos laborales y sociales y privatizaciones. En palabras de Zygmunt Bauman es la modernidad líquida, menos Estado y más mercado. Los derechos legales, antes sólidos como rocas, se licuan y se nos escapan entre los dedos de la mano cuando tratamos de atraparlos. Podríamos añadir que ahora, en muchos países, los derechos se han hecho gaseosos y se esfuman en el aire.
Cambio de lenguaje. Ya no se habla de “imperialismo”. Fue sustituido por “globalización”. Globalizar nos remite a algo positivo, un proceso que cogía -robaba- la idea ecologista de “pensar global, actuar localmente”. Proteger las economías nacionales o locales se convertía en algo anticuado, “nacionalista” o localista, de un nacionalismo trasnochado. Así van eliminándose las palabras que conceptualizaban las ideas de izquierda, la cosmovisión de otro mundo posible:
– El imperialismo norteamericano no existe. Los movimientos internacionalistas, el internacionalismo como movimientos revolucionarios tampoco. No hay imperialismo es globalización. Palabras como “capitalismo”, economía neoliberal, etc., están trasnochadas, dejan de usarse.
– La libertad a nivel mundial se concreta en la libertad de mercados, el libre comercio.
– El Estado protector, el Estado social o de “Bienestar” es enemigo de la libertad, lo quiere controlar todo. Además es muy caro, despilfarra. Es rígido, sus normas ponen palos en las ruedas del desarrollo y no permite la libertad creativa.
– Las normas, las leyes laborales, urbanísiticas, etc. encorsetan a la sociedad. Deben ser sustituidas por la libertad de contratación, se debe imponer la “flexibilidad” en la contratación y en todo, como parte de la libertad, pactos individuales entre empresa y trabajador.
A partir de los años ochenta, estas ideas, este nuevo marco ideológico, se impone en la mayoría de los partidos políticos paulatinamente. Los partidos socialdemócrátas, alumbrados por una apuesta por la “tercera vía” van asumiendo también esta ideología imperante, nueva cosmovisión global. Pero, también hay que decirlo, a diferente ritmo y según circunsancias nacionales que después fueron cambiando.
Los procesos de globalización/privatización, como dos caras de la misma moneda, fue contestado por los movimientos sociales de todos los países del capitalismo avanzado. Desde los agricultores franceses hasta los obreros industriales de medio mundo protestaban por un proceso que disminuía sus beneficios y hacia peligrar la existencia de múltiples puestos de trabajo. Se les bautizó como movimientos antiglobalización y en 1999, en la cumbre de Seatle de la OMC y los organismos financieros internacionales, paralizaron la ciudad y obligaron a suspender las reuniones. Las protestas continuaron por años a favor de Otro Mundo es Posible.
En estas circunstancias, estar en contra de la globalización neoliberal era apostar por las economías de proximidad, solo posibles con el mantenimiento de aranceles y aduanas económicas, y manifestarse en contra de las zonas de libre comercio, como la creada entre México, EEUU y Canadá.
El proceso de globalización neoliberal se aceleró a principios de siglo cuando se apuntó China, apostó por el libre comercio y entró en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Se pasó a una nueva fase. En pocos años China, la India y el sudeste asiático se convirtieron en la fábrica del mundo.
Las economías nacionales se resintieron, las empresas, pequeñas y grandes, no podían competir con los gigantes de Asia en un mercado desregularizado. El desarrollo tecnológico mundial empezaba a cambiar de sitio. El complejo industrial occidental, como productor-controlador propietario del desarrollo del conocimiento científico y de la industria más sofisticada, dejaba de estar en EEUU (Silicon Valley) y Europa para competir en situación de desigualdad con los gigantes orientales. China no se limitaba a fabricar barato, competía en todos los sectores, también en el científico y de la tecnología más sofisticada.
En apenas unas décadas de globalización, EEUU tenía que asumir que la nueva economía mundial ya no estaba controlada para sus intereses. Las grandes multinacionales, ahora trasnacionales, se benefician de fabricar barato en China y “ensamblar” y poner su marca en USA, pero las economías nacionales y los Estados occidentales cada vez tenían un situación más subalterna. Así llegamos a la nueva era Trump, con un aparente mundo al revés. Hace unas semanas la televisión estatal china emitía en sus informativos los videos de Reagan a favor de la globalización y en contra de los aranceles, mientras las cadenas norteamericanas repetían machaconamente los mensajes de su Gobierno en el sentido contrario.
La realidad es que la economía norteamericana está en una situación desesperada. A pesar del previsible aumento puntual de los ingresos estatales por los aranceles, la economía estadounidense se sigue basando en un hiperendeudamiento público y privado muy por encima de sus posibilidades, insostenible en el largo plazo. “Ambos déficits, el presupuestario y el comercial, simplemente reflejan que los estadounidenses gastan más de lo que ingresan” (Manuel Balmaseda, director del Instituto Español de Banca y Finanzas en CUNEF).
El desastre ecológico de la globalización. Hay que considerar que la globalización y su especialización territorial produce otros efectos:
– Ecológicos catastróficos en múltiples ámbitos. El transporte: decenas de miles de aviones y barcos transportando diariamente mercancías de un continente a otro. Cuerpo, ministro de Economía, indicaba recientemente que el comercio entre América y Europa factura 4.400 millones de euros ¡cada día! Y que este comercio es fundamental para la economía mundial. Desde luego ¿Y para la salud medioambiental? Copiando a Friedman, Cuerpo nos explicaba en el Parlamento donde se ha fabricado cada parte de sus gafas: el cristal en un país, las varillas en otro, los tornillos en otro, el plástico en otro. Fantástico.
Para fabricar un automóvil intervienen empresas de cinco o seis países en los que, en diferentes fábricas, cada una produce algo que envía a miles de kilómetros de distancia para seguir con la producción y el montaje se realizará en otro país… Más consecuencias para el medio ambiente.
– Cierre de las empresas nacionales que no están en el reparto mundial, que no les toca producir eso que fabricaban porque otros lo harán por menos precio, ya que los trabajadores de esos países cobran la décima parte que sus colegas europeos, en su equivalente en euros. Influido también por el valor de cambio de sus monedas nacionales.
– Por contra, también es evidente que cuando se crea una zona de libre comercio entre varios países, favorece la creación de empresas productivas, de capital extranjero generalmente, en los países más débiles económicamente. Esto favorece la economía de estos países menos desarrollados, al menos en el corto plazo. La zona de libre comercio entre México y EEUU favoreció la creación de miles de empresas manufactureras, del textil y otros sectores, en México.
Pero mientras existan enormes diferencias en los niveles de renta, en el valor de cada moneda y en los derechos sociolaborales entre unos países y otros, el libre mercado desregularizado global provoca el cierre de empresas y provocará la disminución de derechos en el país más desarrollado. Pensar que el proceso realizado con la construcción de la Unión Europea, paso a paso durante tres cuartos de siglo, se puede dar a nivel mundial es pura utopía. Pensar que podemos convertir el mundo en una copia de la UE actual es engañoso. Además hay que considerar otros factores. El desarrollo socioeconómico de la UE se ha beneficiado de una posición dominante, colonial o poscolonial, en todos los aspectos. No se va a dar a nivel global. Lo cual no significa que no sea positivo intentar globalizaciones en otros aspectos, de los derechos humanos, impulsar procesos de armonización social, etc. Pero la realidad es que, incluso estos tímidos avances tienen múltiples enemigos.
Los dos enemigos más evidentes y potentes de la construcción de la UE como potencia regional y modelo a seguir (Estado de Bienestar, democracia, separación de poderes…) han sido Rusia y USA. Y lo siguen siendo. Por ejemplo el apoyo de la derecha y ultraderecha norteamericana a los partidos ultras europeos y como estos están en contra del poder de “Bruselas”, para querer decir que están en contra del modelo europeo y la propia UE. Exactamente lo mismo que ha hecho Rusia desde hace décadas, apoyando por diversos medios a los mismos ultras europeos, organizaciones fundamentalistas cristianas, etc.
Un último ejemplo de la precariedad de la construcción de la UE como potencia internacional es la tibia respuesta al genocidio en Gaza. La UE ni siquiera se ha puesto de acuerdo en su condena. Israel sigue siendo la punta de lanza de la penetración del imperialismo norteamericano en Oriente medio y, en menor medida, europeo y occidental. Punta de lanza que, no lo olvidemos, tiene vida propia exterminadora desde hace décadas.
Los aranceles por lo tanto son positivos, en su justa medida. Lo difícil es eso, encontrar la medida justa. Dependerá de cada caso, pero aranceles a la importación por debajo del 15 o 20% perjudican gravemente a todas las economías, también a las de la UE, a sus empresas y a sus trabajadores. Serían admisibles solo sobre algunas materias primas y productos imprescindibles para la propia producción nacional o regional. Por encima del 40% ralentizan y paralizarían buena parte del comercio internacional.
Los aranceles entre USA y la UE han estado entre el 3 y el 5% durante décadas. Es una barbaridad que está cambiando inexorablemente y de forma irreversible. Aunque algunos magnates, como Elon Musk y los accionistas de Amazón o Apple, trabajen para que los aranceles sean lo más cercano a cero. El primer ministro británico Keir Starmer ha sido el primero en pactar pero a partir de un arancel universal del 10% a las exportaciones hacia EEUU. Al menos eso fue lo pactado en abril, cada mes Trump lo puede cambiar.
Conclusión. Los aranceles son necesarios mientras no exista una armonización mundial de los ingresos económicos, de los derechos sociales y laborales y una armonización del valor de cambio de las monedas nacionales. Los procesos de igualación social y equiparación mundial son positivos y pueden ocurrir a nivel planetario, pero no parece que vayan a darse antes de muchas décadas. Mientras estos procesos de armonización económica y de derechos a nivel mundial no lleguen, los aranceles son imprescindibles, si no queremos hundir las economías nacionales, regionales y locales y con ellas nuestros derechos.
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