El fuego es hipnótico, atrayente, llama la atención, tanto si es una pequeña hoguera como si es un incendio de grandes dimensiones en una catedral, en un palacio, en un teatro. No juegues con fuego nos dicen constantemente, poner la mano en el fuego por alguien si confiamos plenamente en esa persona; se hace paralelismo entre el fuego y la pasión, mis muros de fuego son dice el lema de Madrid…
En A fuego, con texto e interpretación de Pablo Macho Otero, y la codirección de Emma Arquillué, el actor, el poeta, el individuo, nos reta a contarnos en verso, esa atracción del fuego, esa necesidad para pasar a la posterioridad y que nos recuerden, esa obsesión por arrasar con todo y… comenzar de nuevo.
Me vi tentado, mientras asistía a la puesta en escena de A fuego, a escribir esta reseña en verso, tal como nos propone Pablo Macho Otero, en un juego rimado y de palabras, de sutiles asociaciones y metáforas, precisamente para destacar, para salir de la vulgaridad de la prosa, y avivar el fuego de san Lorenzo, y dejar huella en el intelecto de los entendidos, de los exégetas que después analizarían cada acento prosódico o enfático, para que la megalomanía sea extensiva también a quien acude y ve este espectáculo no al uso.
Hay que mantener el fuego en su contundencia. Si se apaga el fuego es totalmente innecesario que acudas a mi rescate ni que me salves la vida del infierno ni que me hagas el boca a boca ni que reces por mí en la habitación a oscuras de tu silencio.
Si ya no hay rescoldo en nuestra hoguera no tiene sentido ir a por baldes de agua por si acaso, ni que miremos las estrellas en la noche sin luna, ni que estemos atentos a los ruidos ajenos.
Si no tenemos suficiente frío como para abrazarnos bajo el mismo saco o para meternos mano sin disimulo o para pedir un deseo común cuando veamos una estrella fugaz demasiado fugaz, entonces, tendremos que frotarnos de nuevo, cuerpo con cuerpo, hasta que salgan chispas de nuestros besos.
No hay llama delicada ni existe el calor enfangado, no lanzo un ¡ay! ni un suspiro, que es una noche de resplandores y cenizas voladoras. Puede que hasta me inmole.
Se respira el humo de viejas desdichas, es fugaz y vibrante, en un silencio interno, hay muerte espantosa de brujas bienintencionadas que murieron en la hoguera de la superstición y el miedo.
Eróstrato quiso quemar el palacio de Artemisa para pasar a la historia. Muchos contenedores arden ante la mirada del pirómano de turno, tan solo para recrearse en el lenguaje de las llamas. Se salta ante el fuego del amor, en las hogueras de san Juan, quemando recuerdos, para sentirse queridos porque, a veces, la soledad no tiene cobijo.
¡A la hoguera tanta cadena! y tanto protocolo, y tantas falsas razones preestablecidas,necias apariencias, débiles ilusiones, mentirosas glorias, esclavas ataduras de parecer ser y querer ser sin conseguirlo.
Si hay que ver A fuego es, precisamente, para que no nos entre la quemazón de que ya demos todo por perdido.
Ficha Artística

A FUEGO
Texto: Pablo Macho Otero
Dirección: Emma Arquillué y Pablo Macho Otero
Reparto: Pablo Macho Otero
Escenografía: Yaiza Ares
Producción: La Bella Otero y Mola Produccions
Espacio: Teatro de La Abadía