China torpedea la IA de EE.UU.

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La aparición de DeepSeek ha sido un terremoto en el mundo de la inteligencia artificial y una cura de humildad para el mundo de Silicon Valley. China ha golpeado a EE.UU. donde más le duele, justo en un momento en el que, hace apenas cuatro días, el presidente Trump anunció durante su toma de posesión una de las mayores inversiones en inteligencia artificial jamás vistas.

DeepSeek ha demostrado que es posible avanzar, y mucho, con un código abierto disponible para todos, enriquecido por una comunidad global. Es comparable a lo que fue Linux frente a Windows, pero con la capacidad de competir e incluso superar en resultados. Aunque es pronto para sacar conclusiones definitivas, ya se pueden observar los primeros efectos: en una sola sesión bursátil, Nvidia ha perdido 600.000 millones de euros, equivalente a la mitad del PIB de España. Esta es una realidad innegable, y el dinero, como caballero poderoso que es, huye hacia donde ve oportunidades, dejando atrás lo que considera obsoleto o menos rentable.

China ha lanzado un torpedo directo a la línea de flotación de Trump y de las empresas que le rendían pleitesía en su coronación. No importa quién estuviera al frente de EE.UU.; si hubiera sido Kamala Harris (a quien casi nadie recuerda ya), estas empresas habrían actuado de la misma manera, siempre buscando el sol que más calienta.

La mayor caída en la historia de la bolsa ocurrió cuando ni siquiera la poderosa inteligencia artificial lo anticipó. Los expertos, cegados por la supuesta superioridad de las empresas estadounidenses, no vieron venir este golpe. El impacto en las empresas tecnológicas de EE.UU. es comparable a que los chinos hubieran inventado el motor de agua, hundiendo a todas las empresas de combustibles fósiles.

DeepSeek tiene lo que el mercado valora: es bueno, bonito y barato. En pocos días, se ha convertido en una de las aplicaciones más descargadas en todo el mundo, superando ampliamente a la todopoderosa ChatGPT. Esta carrera por la supremacía en la inteligencia artificial acaba de comenzar, pero hay que reconocer que Liang Wenfeng, el fundador de DeepSeek, ha dado un gran paso adelante mientras todos miraban hacia otro lado.

Sus palabras resuenan como música celestial para muchos: «Los servicios de inteligencia artificial deberían ser asequibles y accesibles para todos». Esta filosofía, junto con su apuesta por el código abierto, ha sido muy bien recibida tanto por expertos en informática como por aquellos que somos aprendices de brujos. Es, en esencia, una inteligencia artificial democrática.

El futuro es apasionante y difícil de prever. La ciencia ficción se queda corta para imaginar a dónde nos llevará esta tecnología. Nuestra imaginación, como la de Julio Verne hace 150 años, quizás no sea capaz de vislumbrar lo que está por venir.

En este campo, desde que empiezas a escribir un artículo hasta que lo terminas, pueden pasar tantas cosas que las noticias no tardan 180 días en dar la vuelta al mundo. A veces, avanzan a tal velocidad que ni siquiera somos capaces de captarlas. Pero una cosa es clara: el mundo de la inteligencia artificial ya no es un juego de dos bandos. Es un campo abierto, donde la innovación puede surgir de cualquier rincón del planeta, y donde el futuro no pertenece a quienes tienen más recursos, sino a quienes saben adaptarse mejor a los cambios.

El torpedo de China no es solo un golpe a EE.UU.; es un recordatorio de que, en la era de la inteligencia artificial, nadie puede dormirse en los laureles. El futuro no espera, y aquellos que no estén dispuestos a evolucionar, quedarán atrás. La pregunta no es quién ganará esta carrera, sino cómo nos aseguraremos de que la tecnología sirva a la humanidad.

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